Los Hermanos Karamazov II

(Habla Ivan con Aliosha) “Así pues, acepto a Dios, y no sólo de buen grado; más aún, acepto su sabiduría y sus fines (…) Sin embargo no admito este mundo de Dios, y aunque sé que existe, no lo acepto de ningún modo. Entiéndeme bien, no es a Dios a quien rechazo, sino al mundo, al mundo creado por Él (…)

– ¿Me explicarás por qué «no aceptas el mundo»? -preguntó Aliosha (…)
– Escucha, si todos hemos de sufrir para comprar con nuestro sufrimiento la eterna armonía ¿qué tiene que ver con ello los niños? Es totalmente incomprensible por qué han de sufrir ellos también y por qué han de contribuir con sus sufrimientos al logro de la armonía (…)

F.M. Dostoievski, Los Hermanos Karamazov

Estas lágrimas (las de los niños) no han sido expiadas. Han de serlo; de lo contrario, no puede haber armonía. Pero ¿cómo quieres expiarlas? ¿Acaso es posible? ¿Acaso por el castigo futuro? Pero, (…) ¿de qué me sirve el infierno para los verdugos, qué puede rectificar el infierno cuando aquéllos (los niños) han sido ya torturados? Y qué armonía puede haber si existe el infierno: lo que quiero yo es perdonar, abrazar, y no que se sufra más. Y si los sufrimientos de los niños han ido a completar la suma de sufrimientos necesaria para comprar la verdad, yo afirmo de antemano que la verdad entera no vale semejante precio. ¡No quiero en fin que la madre abrace al verdugo que le ha hecho despedazar el hijo por los perros! ¡Que no se atreva a perdonarle! Si quiere, que perdone al torturador su infinito dolor de madre; pero no tiene ningún derecho a perdonar los sufrimientos de su hijo despedazado (…) ¿Hay en todo el mundo un ser que pueda y tenga derecho a perdonar? No quiero la armonía, no la quiero por amor a la humanidad (…) Muy alto han puesto el precio a a la armonía, no es para nuestro bolsillo pagar tanto la entrada: Me apresuro pues a devolver mi billete de entrada (…) No es que no admita a Dios, Aliosha; me limito a devolverle respetuosamente el billete.
– Esto es una sublevación – repitió Aliosha, en voz quebrada y bajando los ojos.

– ¿Una sublevación? (…) Háblame francamente, te invoco, responde: imagínate que tú mismo construyes el edificio del destino humano con el propósito último de hacer feliz al hombre, de proporcionarle, al fin, paz y sosiego; mas para lograrlo te es absolutamente necesario e inevitable torturar sólo a una pequeña criaturita (…) de modo que has de cimentar el edificio en esas lágrimas sin vengar; ¿estarías de acuerdo en ser el arquitecto, en esas condiciones? ¡Responde y no mientas!

– No, no estaría de acuerdo – contestó en voz baja Aliosha (…) has preguntado hace un momento: ¿existe en todo el mundo un ser que pueda perdonar y tenga derecho a hacerlo? Pues bien, este ser existe, y puede perdonarlo todo a todos y por todo, poque él mismo ha dado su sangre inocente por todos y por todo. Tú te has olvidado de Él, y es en Él, precisamente, en quien se sostiene el edificio.

Un comentario en «Los Hermanos Karamazov II»

  1. Me ha gustado mucho, Paco, el texto que has puesto. Me ha parecido muy profundo. Por momentos he llegado a comprender y a darle toda la razón a Iván. Creo que sus pensamientos y argumentos llevaban mucha lógica encima. ¿Quién no ha pensado nunca así? A mí muchas veces también se me pasan los mismos pensamientos por la cabeza.

    Mientras iba leyendo, me esperaba una respuesta así de Aliosha, que llevase a la irracionalidad y la ilógica del corazón, siempre está Él al final para perdonarlo todo. Pero por qué nosotros también todo… incluso Aliosha dice no llegar a estar de acuerdo.

    Gracias por la bonita reflexión

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