Arrobarse en la divina contemplación es natural consecuencia de un hábito de recogimiento, que solo es posible cuando el alma retoza en los amenos paisajes de la oración y es arrullada por la música de abejas de su Divina majestad, que viene a libar en la flor que le ofrece su hermosura y fragancia.
El Castillo de Diamante, JMP