Solamente desde el amor personal que Dios nos tiene podremos dar el salto de vivir un cristianismo tal vez apático, del que solo nos fijamos en la norma, a lo que puede ser el inicio de una vivencia mística, donde podemos abrirnos al asombro de un Dios que hace cosas grandes en medio de nuestra vida cotidiana, querida y bendecida por él»
Irene Guerrero Pérez, ocd