Arturo Paoli: música y luz

(…)

Trabajaba con los sin-tierra y con los sin-techo. Valeroso, organizaba manifestaciones públicas frente a la alcaldía y animaba las ocupaciones de terrenos baldíos…

Y todos los días, hacia las 10 de la noche se adentraba en la iglesia oscura. Solo la lamparina lanzaba destellos titubeantes de luz, transformando  las estatuas muertas en fantasmas vivos y las columnas erectas en extrañas brujas. Y allí se quedaba hasta las 11 de la noche, impasible, con los ojos fijos en el tabernáculo.

Un día fui a buscarlo a la iglesia. Le pregunté a boca jarro:“mi hermano Arturo, ¿es que tú sientes a Dios, cuando después del trabajo te metes a rezar aquí en la iglesia?

¿Te dice alguna cosa?”

Con toda tranquilidad, como quien despierta de un sueño me respondió: “No siento nada. Hace mucho tiempo que no escucho su voz. La sentí un día. Era fascinante. Llenaba mis días de música y de luz. Hoy ya no escucho nada. Sufro con la oscuridad. Tal vez Dios no quiera hablarme nunca más.”

“Y entonces”, repliqué, “¿ por qué sigues todas las noches ahí, en la oscuridad sagrada de la iglesia? “Sigo”, respondió, “porque quiero estar siempre disponible. Si Él quisiera manifestarse, salir de Su silencio y hablar, aquí estoy yo para escuchar. ¿Y si Él quisiera hablar y yo no estuviera aquí? Pues, cada vez que viene, lo hace solo una vez. Como en otro tiempo”.

L. Boff, Partió el hombre que esperaba siempre el adviento de Dios

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Un comentario en «Arturo Paoli: música y luz»

  1. La iglesia, que me fascina y me duele, tal como mi vida misma, con mis altos y bajos, gratitudes e ingratitudes, reluce triunfante con historias como esta, maravillosa espera, fidelidad, coraje, ¡gracias por compartirla!, mi corazon se encendió de ternura.

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