Ora y ayuna

Cuando alguien me pregunta qué debe hacer para encontrarse con Dios, mi respuesta es siempre la misma: ora, ayuna; y no me limito a decírselo, sino que oro y ayuno con él, pues rara vez llegará a hacerlo si al principio no se le acompaña.

Jamás debe decirse a nadie que ore o ayune si no se está en disposición de orar y ayunar a su lado. Es más: decirlo sin hacerlo puede llegar a ser perjudicial.

Si ha orado y ayunado, no hay hombre o mujer en el mundo a quien Dios no se le revele; y reto a cualquiera que realmente lo haya hecho a que diga lo contrario. Dios no se resiste a quien se pone en esta disposición. El problema nunca es que Dios se resista, sino por qué se resiste el hombre a descubrirle o, lo que es lo mismo, por qué desdeña el ayuno y la oración.»

Pablo D’Ors, El olvido de sí

De libros: vacaciones poéticas. Frederick VI

Cuatro ratoncitos de campo, que viven en el cielo.

Cuatro ratoncitos de campo, como vosotros…y yo.

Uno es Ratónprimavera, que danza en el aguacero.

Viene entonces el Verano, y pinta en las flores.

Otoñoratón le sigue, con trigo y castañas.

Y el último es Invierno,  con fríos piececitos.

¡Tenemos suerte de que las estaciones sean cuatro!

¡Pensad en un año con una de menos…o una de más!

De libros: vacaciones poéticas. Frederick V

«¿Y las palabras Frederick?»

Frederick aclaró su garganta, esperó un momento, y entonces, como desde un escenario, dijo:

¿Quién esparce los copos de nieve?

¿Quién derrite el hielo?

¿Quién estropea el tiempo?¿Quién lo hace bonito?

¿Quién hace brotar en Junio la cuarta hoja de trébol?

¿Quién nubla la luz del día? ¿Quién enciende la luna?

De libros: vacaciones poéticas. Frederick IV

«¿Y qué hay de los colores, Frederick?» preguntaron ansiosamente. «Cerrad los ojos otra vez» dijo Frederick.

Y cuando les habló del azul flor pervinca, de la amapola roja entre los trigos amarillos, de las verdes zarzamoras florecidas, ellos veían los colores con tanta claridad como si estuvieran plantadas en sus mentes.

De libros: vacaciones poéticas. Frederick III

Entonces se acordaron de lo que Frederick había dicho sobre los rayos de sol, los colores y las palabras

 «¿Qué hay de las provisiones Frederick?

«Cerrad los ojos», dijo Frederick, mientras se subía en una gran piedra.

«Ahora os envío los rayos de sol. Sentid su dorado resplandor..»

Y a medida que Frederick hablaba del sol, los cuatro ratoncitos volvían a sentir su tibieza. ¿Era la voz de Frederick?¿Era magia?

De libros: vacaciones poéticas. Frederick II

Los días de invierno llegaron, y, cuando cayó la primera nieve, los cinco ratoncitos se instalaron en su escondite entre las piedras.

Al principio había raciones para comer todos, y los ratoncitos contaban historias de zorros y gatos mentecatos. Era una familia feliz.

Pero poco a poco, habían roído la mayoría de las nueces y bayas, la paja se fue, y el maíz solo era un recuerdo. En el muro hacia frió y nadie sentía ganas de charlar.

De libros: vacaciones poéticas. Frederick I, Leo Lionni

Hace algún tiempo, en un prado donde pacían las vacas y trotaban los caballos había un viejo muro hecho de piedras, y se encontraba muy cerca de un pajar y un granero.

En aquel muro tenía su hogar una parlanchina familia de ratones.

Los granjeros se habían marchado y el pajar estaba abandonado así que el granero estaba vacío. Y, como el invierno, no andaba muy lejos, los ratoncillos se pusieron a recoger, el maíz, las nueces, el trigo y al paja.
Todos trabajaban día y noche. Todos menos Frederick

«Frederick», ¿por qué no trabajas?, le preguntaron.

«Yo trabajo•, dijo Frederick.

«Recojo los rayos de sol para los fríos y oscuros días de invierno.

Y cuando vieron a Frederick, mirando el prado y sentado, le dijeron:

«¿Y ahora Frederick?»

«Recojo colores», dijo Frederick, «Para el invierno gris»

Y una vez que Frederick , parecía dormido.

«¿Estas soñando Frederick?» le preguntaron con un cierto reproche

Pero Frederick dijo: » Oh, no. Estoy reuniendo las palabras porque los días de invierno son muchos y largos y se agotarán las cosas de que hablar.»

De libros: el último cortejo, II, ¿A quién perteneces?

Pero una pregunta final cerraba el largo discurso, una pregunta que lo obsesiona desde entonces:»¿A quién perteneces, Alejandro?» Olimpia, su propia madre, la ha formulado en boca del mensajero; esas palabras resuenan en su cabeza. Se da cuenta que es incapaz de responder: ¿A quién pertenece? ¿A Macedonia, por la que incendió Persépolis cuando en realidad no quería hacerlo? ¿O al reino aqueménida, cuyas insignias luce ahora?¿A quién?La preguna lo tortura a tal punto que lo hace tambalearse»
Laurent Gaudé

De libros: el último cortejo

Disfruté leyendo el legado del rey Tsongor, me maravillé con el sol de los Scorta, las dos novelas de Laurent Gaudé. No me he resisitido, este fin de semana, a la que acaba de publicar en nuestro país.

«Su abuela la mira a los ojos y le dice: si vas desnuda no podrán arrebatarte nada

(…)
vete, hijo mío, no serás nada….
Vete, hijo mío, volveré contigo cuando me libre del Imperio…
Entonces monta en su caballo y toma la dirección de Babilonia, sin temblar, pues en ese instante sabe con certeza que ya no hay nada en ella que pueda serle arrebatado.»

De poesía: la soledad

escanear0019Hay que estar solo pero no es bastante,
para que llegue a ti la soledad
y te ofrezca sus dones.

Antes hay que soñarla largamente,
despojarse de todo y de uno mismo,
a ella sola aguardarla.

Ten la casa en silencio, el alma quieta,
y al fin podrá venir o no  venir.
No siempre acude.

De todas formas, y aunque no llegara,
la espera es ya regalo que te otorga,
gracia suya tu anhelo.

Eloy Sánchez Rosillo