De poesía: sueño soñado. La rosa de la realidad

Lo que sueñas no es sueño. Abre los ojos
y míralo ante ti. ¿Tardó en cumplirse
tu rosa verdadera?
Tardaste tú en soñarla.

Este poema de Eloy Sánchez Rosillo me hace buscar un texto de Gustavo Martín Garzo:

«Y qué nos dicen esos libros? Algo muy simple: que podemos traernos cosas de los sueños. Coleridge tiene un poema en que un poeta sueña con un jardín fabuloso donde todo es perfecto. Paseando por sus senderos, ve un hermoso rosal y toma distraído una de sus rosas. Pero algo pasa y se descubre, de golpe, acostado en el cuarto inmundo de una pensión. Comprende decepcionado que ese jardín sólo ha existido en su fantasía y, cuando trata de volver a dormirse, ve sobre la mesilla la rosa que acaba de cortar. Puede que el jardín fuera un sueño, pero se ha traído de él una flor. ¿Es posible esto? La literatura nos dice que sí. El poema es la prueba. Coleridge no se limita a soñar con un lugar maravilloso, sino que escribe un poema que podemos leer. Ese poema es la rosa, una rosa de palabras. Leerlo es pasear por el jardín encantado, aspirar sus aromas desconocidos, llevar en las manos la rosa soñada.»

de un poeta a otro

[Pintura] «Las rosas» (detalle), 1948

Rosas, Ramón Gaya

De poesía: milagro de la luz. Asombro.

Nunca se acaba de entender el alba.
Por más que uno la observe un día y otro
-sobre todo en verano-, no se puede
desvelar el motivo de sus hábitos
ni los secretos de su condición.
Todo es en ella prodigioso y nadie
consiguió descifrarla.
Miro, absorto,
el mágico momento en que la noche
deja de ser la noche y rompe el día.
Desde la oscuridad que ahora me envuelve,
con el balcón de par en par abierto,
constato este milagro de la luz
que no es aún casi luz, que es luz apenas.
Y nada inquiero, nada me pregunto.
Ante un asunto así, tan delicado,
sólo hay lugar en mí para el asombro.

Eloy Sánchez Rosillo, Antes del nombre

nova bella 008

De libros: todo lo que era sólido

 (La clase «política» en España) Eligen fomentar la pertenencia ciega y no la ciudadanía electiva, la mitología y no el conocimiento histórico, el narcisismo quejumbroso y exigente y necesitado siempre de halago y no la responsabilidad, el clientismo y no la soberanía cívica, la grosería disfrazada de autenticidad y no la educación  la imagen y no la sustancia. Dejar que se desgrane la educación o fomentar abiertamente la ignorancia les permiten difundir mentiras y leyendas sin miedo a que les refuten.»

Todo esto, y muchas cosas más que nos reflejan y nos hacen pensar, que deberían abrir un debate ético en nuestra sociedad, las escribe Antonio Muñoz Molina en Todo lo que era sólido

Pasos

Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos.(…) Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera.”
La pastora Marcela a Don Quijote