Paz y perdón en nuestra tierra vasca

Escribe una amiga sobre la paz y el perdón a los enemigos, comentando el versículo del Sermón del Monte,

Mt 5, 43-48 Amad a vuestros enemigos…

en el contexto del País Vasco:

Me ha emocionado hoy esta rumia. La frase final: «Llegue tu palabra a mi corazón y anide en mi voluntad, incubada por tu Gracia, que nunca me abandona. Porque sin Ti, ¿de qué seré capaz» hace preguntarme: Y Contigo ¿de qué no seré capaz?

Precisamente tuve ayer una profunda conversación en relación al perdón y a la reconciliación en nuestra tierra vasca, y yo defendía esta postura de que desde Él lo que tenía que llegar era el perdón, y me discutían que eso es muy difícil. Hoy llega tu rumia…

Una amiga a la que mataron a su padre, con la que hago la oración a diario, me decía ayer que rezaba por el asesino, pero que en el fondo no perdonaba…. Y hoy, después de orar con la rumia, le he preguntado:: Si tuvieras delante de ti al que mató a tu padre, pidiéndote perdón con humildad y viendo en su cara y sus ojos la sinceridad y el arrepentimiento por lo que hizo y por el dolor causado ¿lo perdonarías? Y me ha contestado que sí. Y le creo. Este es el milagro de nuestra fe y de nuestra espiritualidad.

P.S.- En estas tristes historias de nuestro tiempo, lo que hace falta es menos intromisión política, menos prensa y más encuentros personales, desde el corazón, y sin publicidad. Es mi sentir, del que cualquiera,  lógicamente,  puede disentir.

He visto a la Iglesia socorriendo en campos de refugiados miserables o recuperando niños soldado, pero también vanidosa y dura

Yo «quiero y sirvo» a la Iglesia tal cual es, con sus glorias (muchísimas) y sus sombras y cuervos. Le debo lo mejor mío. Le he visto socorriendo en campos de refugiados miserables o recuperando niños soldado, pero también vanidosa y dura. Jesús me enseñó a amar a Pedro cuando volvía de varias negaciones. San Ignacio me lo confirmó. La iglesia que «sueño» es más gloriosa, pero más infantil, porque olvida la pobre masa de lo humano. En la que sueño, no me dejarían entrar…

José María Fernández-Martos SJ.
En VIDA NUEVA nº 2805<

¿En nombre de qué decir hoy que el estado no es Dios, ni la raza, ni el dinero, ni el sexo?

Hablando sobre la Trinidad Bezançon reflexiona sobre el valor y la importancia de creer en un solo Dios y se pregunta ¿Creen de veras los cristianos en un solo Dios?

Lo que en el monoteísmo hay de subversivo y liberador no está tanto en lo que dice de Dios, de un Dios tan imposible de captar, sino en lo que niega de los falsos absolutos. ¿En nombre de qué decir hoy que el estado no es Dios, ni la raza, ni el dinero, ni el sexo? Solo puede decirse esto en nombre del rechazo de la divinización de todo lo que es relativo. Decir que solo Dios es Dios, aun cuando en definitiva no se sepa nada de Dios, es decir que el hombre es libre de toda opresión. Se comprende que muchos totalitarismos se hayan preocupado por ello, apelando a dos tácticas posibles: la persecución (como en el nazismo y el imperio romano) o la confiscación de la idea de Dios en una religión o estado.
Por tanto, tenemos derecho a soñar que algún día, más pronto o más tarde, todos los creyentes monoteístas, judíos, cristianos y musulmanes, encontrarán la ocasión de hablar con una sola voz, a propósito de las grandes cuestiones que agitan a nuestra sociedad, para denunciar los ídolos, los falsos absolutos. Cuando están en juego el respeto a la vida y a la dignidad humana, la acogida del extranjero o el rechazo de la tortura, sería importante que recordaran y dijeran todos juntos que nada, ni estado, ni la nación, ni la raza, ni el progreso, ni la lucha de clases, ni la seguridad, pueden erigirse en absolutos. Si se tiene además cuidado de que las religiones mismas no se constituyan en absolutas y en jueces universales, como han hecho tantas veces, podría darse aquí una misión de vigilancia profética: siguiendo a los grandes profetas de la Biblia, denunciar vigorosamente los ídolos que el hombre se fabrica constantemente para dominar mejor a sus semejantes.

Fragmento del libro «Dios no es un ser solitario. La Trinidad en la vida de los cristianos». De Jean-Nöel Bezançon

Evangelio en aforismo

 Practicad el bien. ¿Por qué? ¿Qué ganáis con eso? Nada, no ganáis nada. Ni dinero, ni amor, ni respeto, ni acaso paz de espíritu. ¿Entonces ¿por qué os digo: practicad el bien? Porque no ganáis nada con ello. Por eso mismo vale la pena practicarlo»

Fernando Pessoa

Este aforismo del gran poeta luso tiene algo de aroma evangélico y de profunda sabiduría espiritual. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

¿Quién no aprendió equivocándose? Lifted Pixar

En época de exámenes y viendo muchos estilos de educar, me pregunto si no huimos cada vez más de las dificultades. Personalmente creo que se educa de verdad enfrentando al otro a sus errores y a la responsabilidad de optar por algo, no dando pistas para suavizar o evitarle el sufrimiento de la responsabilidad y que pase cuanto antes el examen.

La paciencia del profesor tiene que ser tal que tolere una y otra vez los fallos, arregle lo que tenga que arreglar, y vuelva a confiar en el alumno, para que sea capaz de superarse a sí mismo, por sí mismo… Me recuerda a la pedagogía paciente y misericordiosa de Dios.

Why me Lord

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=mtQOY-0sViQ&feature=fvwp&NR=1[/youtube]

(Kris Kristofferson
song by Johnny Cash)

Why me Lord, what have I ever done
To deserve even one Of the pleasures I’ve known
Tell me Lord, what did I ever do
That was worth loving you
Or the kindness you’ve shown.

Lord help me Jesus, I’ve wasted it so
Help me Jesus
I know what I am
Now that I know that I’ve need you so
Help me Jesus, my soul’s in your hand.

Tell me Lord, if you think there’s a way I can try to repay
All I’ve taken from you
Maybe Lord, I can show someone else
What I’ve been through myself
On my way back to you.

Lord help me Jesus, I’ve wasted it so
Help me Jesus
I know what I am
Now that I know that I’ve need you so
Help me Jesus, my soul’s in your hand.

Perder para ganar. Examen de Amor

Es ya una historia muy traída, renunciar a algo bueno inmediato, a mis proyectos y deseos, por alcanzar un bien mayor que quizá no repercuta directamente en mi pero sí en el mundo en el que vivo. Porque no vivimos solos y porque toda vida es más valiosa que mis propios proyectos y deseos. Eso es dar la vida por los demás, perder para ganar.

«Al atardecer de la vida, nos examinarán del amor»

San Juan de la Cruz

Nace el niño al que quisieron matar. ¿Y ahora qué?

A raíz de la noticia del aborto fallido, en el que lo importante parece ser la “negligencia” “médica” no he podido evitar el hacer una reflexión. Noticia en ABC, Noticia en El País, Noticia en El Mundo

Advierto que en el siguiente texto voy a ser especialmente cínico y desagradable, pero creo que es importante a la hora de plantear el aborto como lo que és y no como lo que nos gustaría que fuera. Desde ya, mis disculpas.

Así podría ser la hipotética carta de una madre que intentó abortar, a su hijo que al final se salvó:

Hijo mío, te preguntarás por qué desde pequeño te he protegido tanto, cada vez que tropezabas me abalanzaba para asegurarme que no te hicieras daño, vigilaba en cualquier semáforo para que no te atropellaran y nunca te he dejado practicar deportes de riesgo. Quizá he sido una madre súper protectora. Pero es que tu vida para mi vale muchísimo, y no creas que exagero, vale exactamente 420.000€ por eso no podía permitir que te pasara nada.

Hoy en tu 25 cumpleaños ya te lo puedo contar. Sabes que nunca te he regalado nada, porque nunca he tenido nada para darte y en cambio tú en tu cumpleaños siempre me regalabas algo, tu generosidad siempre me sorprendía, porque no sé de quién la has sacado, quizá si supiéramos quién es tu Padre… Por eso, este año me gustaría pedirte algo muy especial, lo que más ilusión me haría, con lo que he estado soñando los últimos 25 años. Me gustaría que te suicidaras para que me libraras de la carga que supones para mí y así poder heredar los 420.000€ con los que me indemnizó el inútil del sicario al que contraté para que te matara antes de que nacieras. Te mataría yo misma, pero por desgracia eso todavía es delito en nuestro país. Esperemos que algún día la justicia vele por las necesidades de la gente y no haga estas cosas tan difíciles.

Espero que no te ofenda mi carta y que no te hayas hecho ilusiones por vivir, al fin y al cabo yo no te quiero ni te quise nunca, fuiste un error, una aventura de una noche, y luego te salvaste por casualidad, o más bien por culpa de la negligencia de un incompetente que no supo hacer su trabajo. Así que tu vida, aunque los jueces la hayan tasado, en el fondo, no vale nada, ni para mi ni para esta sociedad, lo mejor que puedes hacer es devolverme el tiempo que me has quitado desde que naciste. El dinero no será suficiente claro, pero por lo menos me servirá de consuelo por todos mis desvelos para mantenerte con vida hasta hoy.

PD. Para el suicidio, puedes hacerlo como quieras, pero por si no se te ocurre nada, yo siempre soñé con una enorme aspiradora que te succionaba y luego te trituraba, pero hazlo como quieras, eso sí, esta vez que no falle.

fdo.
Tu madre que te quiere… ver muerto.

Está bastante claro, y con este caso, más, que una vez unido el espermatozoide y el óvulo, la única forma de detener la vida es la muerte natural involuntaria, o el asesinato premeditado. Da igual cuántas semanas tenga. Quizá esta carta nos sirva para pensar si queremos a esa vida que hemos engendrado voluntariamente o si le podríamos decir a la cara estas cosas 25 años después de haber nacido. No vale con decir «ojos que no ven, corazón que no siente» y tolerar así el asesinato de algo que no ves.

Ahora mismo hay un ser humano en el mundo que algún día podrá plantearse lo siguiente:

Me intentaron matar en el momento más indefenso de mi vida, cuando más protección necesitaba y además era legal ¿en qué consiste la justicia y los derechos humanos?

No quiero acabar de esta forma tan desagradable. No pretendo demonizar a la madre que ha pasado por esto y que tendrá que pasar por mucho más. Todos somos débiles y nos equivocamos continuamente, aunque este tipo de errores sean de los más graves y no se puedan pasar por alto. En todo caso, está a tiempo de querer a su hijo y demostrarle que su amor está por encima de todos los problemas que puedan tener: económicos o de cualquier tipo. Ojalá el caso de este niño sirva para salvar otras vidas, o para recuperar el sentido común en la sociedad.

Finalmente dejo otra carta, esta vez en forma de canción “Palabras para Paula” de “La oreja de Van Gogh” de una madre a su hija, de cuando los seres humanos eran todavía humanos. No dejemos que esto de amar pase a la historia movidos por nuestro egoísmo atroz.

“si mueres moriré también”

“un amanecer sin nada que perder es muy difícil de entender”

La importancia del don: Héloïse

«Me presento, me llamo Héloïse Charruau, tengo veintitrés años, estudio Biología en París VI y he residido en este hogar durante dos años. En principio no tengo ningún mérito especial para venir a dar una conferencia aquí, pero las hermanas me han invitado para que os hable de mi experiencia de la vida y de la importancia del don. ¿Por qué la importancia del don? Pues bien, se trata del don en varias de sus formas: en su aspecto biológico, en forma de tiempo, pero sobre todo en forma de amor. Sencillamente, sin el don, yo no estaría delante de vosotras hoy. Simplemente, estaría muerta. Hablando más claro: tengo un cáncer desde hace cinco años y las hermanas me han pedido que os que os cuente cómo ha sido mi vida durante este tiempo, para así tener la posibilidad de sensibilizarnos sobre la importancia de dar sangre, plaquetas, o médula ósea…»(…)

 

Héloïse fue una chica normal, estudiante, alegre, luchadora. Pero vivió consciente del DON; de su DON. Lllevaba a Dios en ella, y lo irradiaba al hablar, al sonreír,al relacionarse.

Me hace pensar en vivir la vida con el DON, siempre y en cada momento.Ser conscientes de que vivir con alegría nos embellece, nos llena, se expande a cualquier rincón.

Optar por la alegría es la mejor opción…la alegría de Dios es la que llega a los demás, la que se contagia.Señor, que sepamos transmitir tu DON. Que no dejemos pasar los días sin más, que vivamos en ti y contigo, acógenos y llámanos a tu voluntad.

Héloïse vivió su cruz con alegría, y con Faustino. Os animo a que leáis el libro, no tiene desperdicio.

Héloïse, en la estela de Faustino, la cruz y la alegría

Jose Mª Salaverri.SM

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¡Tarde te amé!

Ayer una compañera de clase de Ciencias Religiosas, exponía un trabajo sobre la Inhabitación trinitaria y explicando el tema leyó un poema de San Agustin que siempre me ha encantado, pero que hacía tiempo que no releía.
Sin duda alguna San Agustín fue uno de los «grandes» que experimentó profundamente la experiencia de la unión con Dios y de su presencia en él. ¡Qué faltos estamos hoy dia de contemplación y oración! Sin duda, sólo alguien que de verdad ha descubierto a Dios, es capaz de escribir algo tan bello.

Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé.
Y he aquí que Tú estabas dentro de mí y yo fuera,
y fuera te buscaba yo, y me arrojaba sobre esas hermosuras que Tú creaste.
Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Me mantenían lejos de Ti aquellas cosas que, si no estuviesen en Ti, no existirían.
Me llamaste y gritaste, y venciste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera;
exhalaste tu fragancia, la respiré y ahora suspiro por Ti;
te saboreé y ahora tengo hambre y sed de Ti;
me tocaste y me abrasé en el deseo de tu paz.
Cuando me haya unido a Ti con todo mi corazón,
ya no habrá para mí dolor ni aflicción
y viva será mi vida, toda llena de Ti.
Ahora bien, puesto que Tú haces ligero a quien está lleno de Ti,
yo, que no estoy lleno de Ti, soy de peso para mí mismo.
Dentro de mí contrastan deplorables alegrías y felices angustias;
no sé de qué parte esté la victoria.
Ten piedad de mí, oh Señor.
En lo más íntimo de mí las tristezas del mal contrastan con las alegrías del bien;
y no sé de qué parte esté la victoria.
Ten compasión de mí, oh Señor.
Yo no escondo mis llagas.
Tú eres el médico, yo soy el enfermo;
Tú misericordioso, yo miserable…
Toda mi esperanza está en tu gran misericordia.
Dona, por tanto, lo que me ordenas…
¡Oh, Amor que siempre ardes y nunca te consumes,
oh Caridad, oh Dios mío, inflámame!

San Agustín, Confesiones, X, 27-29.