Actitud luterana

Le pediré a Dios misericordiosamente que nos proteja. Luego fumigaré, ayudaré a purificar el aire, administraré la medicina y la tomaré. Evitaré lugares y personas donde mi presencia no sea necesaria para no contaminarme y, por lo tanto, infligir y contaminar a otros y así causar su muerte como resultado de mi negligencia. Si Dios quisiera llevarme, seguramente me encontrará y he hecho lo que esperaba de mí, por lo que no soy responsable ni de mi propia muerte ni de la muerte de los demás. Sin embargo, si mi vecino me necesita, no evitaré el lugar o la persona.

Martin Lutero

Educar en la esperanza

No pienses nunca que tu lucha aquí abajo es del todo inútil. Al final de la existencia no nos espera el naufragio: en nosotros palpita una semilla absoluta. Dios no defrauda: si ha puesto una esperanza en nuestros corazones, no quiere destruirla con frustraciones continuas. Todo nace para florecer en una eterna primavera. Dios también nos hizo para florecer. Recuerdo ese diálogo cuando el roble pidió al almendro: «Háblame de Dios». Y el almendro floreció.

Francisco, audiencia general 20 septiembre 2017

Spes nostra

 La esperanza cristiana en realidad no defrauda y no falla. Esperar no es convencerse de que las cosas mejorarán, sino de que todo lo que sucede tiene sentido a la luz de la Pascua. Pero para esperar cristianamente uno debe —como enseñaba San Agustín a Proba — vivir una vida de oración sustanciosa. Es allí donde se aprende a distinguir entre las expectativas y las esperanzas.

Francisco,  27 febrero 2020

 

Francisco ante el Crucifijo Milagroso, que recuerda la peste de 1522

Espiritualidad franciscana

poco a poco san francisco fue descubriendo una realidad que aún no se había atrevido a mirar cara a cara: la del hombre naturalmente frágil, limitado y necesitado de solidaridad, especialmente en el sufrimiento, la enfermedad, la marginación y la pobreza. Comenzó de inmediato a prodigar sus cuidados a los leprosos y a convivir con ellos, aun a costa de sufrir la incomprensión y persecución familiar y el rechazo de sus conciudadanos…»

Julio Herranz Miguelañez, ofm

A modo de imagen, voy a partir de la experiencia de ciertos monjes de los primeros tiempos de la Iglesia, allá por los siglos III y IV. De noche se mantenían de pie, en posición de espera. Se erguían allí, al aire libre, derechos como árboles, con las manos levantadas hacia el cielo, vueltos hacia el lugar del horizonte por el que debía salir el sol de la mañana. Su cuerpo, habitado por el deseo, esperaba durante toda la noche la llegada del día. Esa era su oración. No pronunciaban palabras. ¿Qué necesidad tenían de ellas? Su Palabra era su mismo cuerpo en actitud de trabajo y de espera. Este trabajo del deseo era su oración silenciosa. Estaban allí, nada más. Y cuando llegaban por la mañana los primeros rayos del sol a las palmas de sus manos, podían detenerse y reposar. Había llegado el sol

Michel de Certeau, Mai senza l’altro

Madrid 11 de marzo 2020

Ven, acércate a mí. No has de temer ningún mal de quien te invita a aproximarte. Tengo para ti las palabras que lleven paz y sosiego a tu corazón, esperanza a tus oídos, consuelo a tus lágrimas, calma a tu desazón, tranquilidad a tu angustia. Si mi mano se eleva, no te suponga amenaza, sino aliento y, si mis brazos se abren a ti, no sea sino para abrazarte y levantarte, ofrecerte fortaleza y confianza. Hermano, que has caído sobre la acera y no te quedan fuerzas para levantarte: cuando los más te ignoran como si no existieras, yo vengo a ti para secar tus lágrimas, para sanar las llagas de tu cuerpo y las del alma, aquellas que se ven y las que no se ven. Comparto contigo mi pan y mi vestido. No espero ninguna recompensa. Sólo comprobar que te pones de nuevo en el camino y vuelves a creer en la vida, a confiar en tus semejantes.

Jose Antonio Sáez

Sexo y III

El sexo siempre es relacional, nos humaniza, comunica nuestros deseos más profundos, nos expone en nuestra desnudez. En el sexo somos plenamente aceptados en toda nuestra integridad y, como parte de esa aceptación, el otro reconoce y acepta el regalo de nuestro deseo. El sexo es una entrega de gratuidad y nos hace ser pura gratitud. Uno acoge plenamente al otro y para poder hacerlo acogemos al otro en el corazón de nuestro tiempo y nuestra carne. La experiencia sexual se hace plena cuando nos acogemos recíprocamente por entero, cuando el otro es nuestra pasión. El sexo une a la pareja en la mayor alegría.

Fernando Vidal, el artículo completo, Celebración de la vida