la amistad no tiene valor de supervivencia; más bien es una de esas cosas que le dan valor a la supervivencia
C.S.Lewis
Categoría: Sin categoría
Hospital de campaña
Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental. la iglesia se ha dejado envolver en pequeñas cosas, cuando lo más importante es el anuncio primero:¡ Jesucristo te ha salvado!»
Francisco
Dolor
Y entonces vi que toda compasión natural que tiene el hombre por sus hermanos cristianos, unida a la caridad, es Cristo en él. Por otra parte, todo tipo de anonadamiento mostrado por Jesús en su pasión revela dos aspectos de la intención de nuestro Señor: uno es la felicidad a la que seremos llevados y en la que quiere que nos alegremos; el otro es el consuelo en nuestro dolor, porque quiere que sepamos que todo se transformará en gloria y ganancia para nosotros en virtud de su pasión, y que sepamos también que nosotros no sufrimos solos, sino con él, y que lo veamos como nuestro apoyo. Y si consideramos bien esta voluntad suya nos salvaremos de lamentarnos y de la desesperación cuando experimentemos dolor…
Juliana de Norwich
Actitud luterana
Le pediré a Dios misericordiosamente que nos proteja. Luego fumigaré, ayudaré a purificar el aire, administraré la medicina y la tomaré. Evitaré lugares y personas donde mi presencia no sea necesaria para no contaminarme y, por lo tanto, infligir y contaminar a otros y así causar su muerte como resultado de mi negligencia. Si Dios quisiera llevarme, seguramente me encontrará y he hecho lo que esperaba de mí, por lo que no soy responsable ni de mi propia muerte ni de la muerte de los demás. Sin embargo, si mi vecino me necesita, no evitaré el lugar o la persona.
Martin Lutero
Educar en la esperanza
No pienses nunca que tu lucha aquí abajo es del todo inútil. Al final de la existencia no nos espera el naufragio: en nosotros palpita una semilla absoluta. Dios no defrauda: si ha puesto una esperanza en nuestros corazones, no quiere destruirla con frustraciones continuas. Todo nace para florecer en una eterna primavera. Dios también nos hizo para florecer. Recuerdo ese diálogo cuando el roble pidió al almendro: «Háblame de Dios». Y el almendro floreció.
Francisco, audiencia general 20 septiembre 2017
Spes nostra
La esperanza cristiana en realidad no defrauda y no falla. Esperar no es convencerse de que las cosas mejorarán, sino de que todo lo que sucede tiene sentido a la luz de la Pascua. Pero para esperar cristianamente uno debe —como enseñaba San Agustín a Proba — vivir una vida de oración sustanciosa. Es allí donde se aprende a distinguir entre las expectativas y las esperanzas.
Francisco, 27 febrero 2020
Espiritualidad franciscana
poco a poco san francisco fue descubriendo una realidad que aún no se había atrevido a mirar cara a cara: la del hombre naturalmente frágil, limitado y necesitado de solidaridad, especialmente en el sufrimiento, la enfermedad, la marginación y la pobreza. Comenzó de inmediato a prodigar sus cuidados a los leprosos y a convivir con ellos, aun a costa de sufrir la incomprensión y persecución familiar y el rechazo de sus conciudadanos…»
Julio Herranz Miguelañez, ofm
Espiritualidad benedictina
Hay que intentar afrontar la enfermedad y la muerte como dos realidades integradas en la propia vida, no tanto como una excepción que no debería haber ocurrido, ni mucho menos como un castigo o un destino fatalista. Se trata de vivirlas como una oportunidad única para profundizar en la configuración con Cristo.
Ignasi Fossas, osb
curación
El comienzo de la curación comienza en el momento mismo en que uno acepta el hecho dela enfermedad
San Agustín, Sermón 80, 4
Dios, mi médico
pon a Dios como tu médico y pídele la salud del alma, y él será tu salvación; no como si fuera algo distinto de tu salvación; él mismo es tu salvación
San Agustín, En.Ps. 85,9
DUM AUDES ARDUA VINCIT
Si te atreves vencerás las dificultades
A modo de imagen, voy a partir de la experiencia de ciertos monjes de los primeros tiempos de la Iglesia, allá por los siglos III y IV. De noche se mantenían de pie, en posición de espera. Se erguían allí, al aire libre, derechos como árboles, con las manos levantadas hacia el cielo, vueltos hacia el lugar del horizonte por el que debía salir el sol de la mañana. Su cuerpo, habitado por el deseo, esperaba durante toda la noche la llegada del día. Esa era su oración. No pronunciaban palabras. ¿Qué necesidad tenían de ellas? Su Palabra era su mismo cuerpo en actitud de trabajo y de espera. Este trabajo del deseo era su oración silenciosa. Estaban allí, nada más. Y cuando llegaban por la mañana los primeros rayos del sol a las palmas de sus manos, podían detenerse y reposar. Había llegado el sol
Michel de Certeau, Mai senza l’altro