Dios y sus cosas.

El pasado Domingo, y que no fue un Domingo cualquiera, Pilar Rahola en La Vanguardia nos regaló este bello artículo. En su agnosticismo, hay cierta añoranza hacia ese Amor que muchos cristianos seguimos intentando testimoniar. Desde luego sus palabras, solo pueden que animarnos en nuestra tarea de construir el Reino. Ojala nuestra vida llegue a ser una Pascua continua. En ello estamos.

Dios y sus cosas:

Va por ellos, gentes que cuando rezan, aman, y amando dotan de luz los rincones más sombríos…

Dios y sus cosas, o más bien las cosas de aquellos que creen en Dios. En días como hoy, y más allá de gozar del tiempo festivo robado a la agenda, siempre recalo en la idea de la trascendencia divina. Y no tanto como una interrogación personal, porque hace años que descarté llenar con respuestas prefabricadas mis preguntas más hirientes. Prefiero militar en la duda, esa duda que aterriza en los miedos y en las soledades y que no da opción a ningún bálsamo. Ciertamente, como he escrito en alguna otra ocasión, creer en Dios significa vivir y morir más acompañado. No es mi caso, porque, aunque me esforzara en aceptar algún tipo de dogma, siempre sabría que me estoy haciendo trampas al solitario. Los habitantes de la duda permanente nos llevamos mal con la fe y con sus intangibles. Pero con independencia de la actitud personal hacia el concepto de Dios, estos días me parecen especialmente bellos para los que gozan de una fe sincera. Gentes que han construido grandes edificios de buenas acciones, porque creer los ha hecho más nobles y más humanos. Gentes que cuando rezan, aman, y amando dan algo de luz a los rincones sombríos del mundo. Va para ellos este artículo, cuya incapacidad para entender a Dios no lo inutiliza para entender a los creyentes. Hace tiempo leí una reflexión de Bertrand Russell que me pareció sublime: “Si Dios existe, no será tan vanidoso como para castigar a quienes no creen en él”. Toda idea de la trascendencia espiritual reconvertida en tortura, dolor, infierno y cualquier sentido de culpa me parece tan tortuosa como incomprensible.

 

No puedo entender de ningún modo ese tipo de fe que concibe un Dios castigador y punitivo, sin otra piedad que la exigencia de su dominio. Y reconozco que no me gusta la exhibición de martirio de los pasos de Semana Santa, quizás porque prefiero el Dios que renace el domingo que el que muere el viernes. La vida sobre la muerte. Pero con el Dios de las monjas de mi infancia, que enseñaba a amar al prójimo y dibujaba con renglones caritativos las líneas de la vida, con ese Dios me tuteo sin creer. Porque es la fuente de inspiración de gentes extraordinarias. Va por todos ellos. Los que creen en los dioses de la vida y no en los de la muerte. Los que aprenden a entender a los demás, cuando aprenden a creer. Los que buscan respuestas sin imponer dogmas.

 

Los que conciben sus creencias como una fuente de tolerancia. Los que ayudan a su prójimo porque lo conciben como su hermano. Los que gracias a Dios encuentran tiempo para construirse interiormente. Los que buscan dotar de trascendencia su paso por el mundo. Los que entienden que creer en Dios es creer en la ciencia. Los que tienen respuestas pero siguen haciéndose preguntas. Los que rezan porque aman. Para todos ellos, los creyentes del Dios del amor, feliz domingo de Resurrección.

Pilar Rahola (en La Vanguardia, el 24 de Abril de 2011).

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Si queréis acceder al artículo directamente, aquí tenéis el enlace: http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20110424/54145205643/dios-y-sus-cosas.html

5 comentarios en «Dios y sus cosas.»

  1. Totalmente de acuerdo en el artículo de Pilar Rahola, que comparto también desde mi agnosticismo. Y eso que discrepo, tantas veces, de las actitudes de su autora.

  2. Me gusta el artículo, comparto agnosticismo con Rahola, y eso que suelo discrepar de ella en ciertas actitudes que no vienen al caso.

    Pero no veo esa añoranza en el artículo….

    No creo, por otro lado, que haya agnósticos simpáticos, los que añoran la fe, y otros dogmáticos, los que no la necesitan.

    Quizá eso se deba a que no se acaba de entender a los que no creemos. Tendamos, pues, puentes de comprensión y de cariño.

    Un abrazo.

  3. Pilar en su artículo: «… Pero con el Dios de las monjas de mi infancia, que enseñaba a amar al prójimo y dibujaba con renglones caritativos las líneas de la vida, con ese Dios me tuteo sin creer…»

    Guillermo, igual es cierto lo que comentas de que lo de la «añoranza» es mucho decir por mi parte, ahora bien, uno tiende a tener añoranza de algo que ha podido vivir en su propia persona. A mi modo de ver Pilar, ha sentido ese Amor, que a los cristianos nos gusta escribir con mayúscula. Igual el problema está, en que a muchos agnostícos y desde la Iglesia, no os hemos sabido entender… y hacer comprender, que ese amor y nuestro Amor es el mismo… y que en Jesús toma forma y cuerpo. Es decir lo posibilita. Solo si uno llega a ver ese Amor, puede llegar a comprender cuál es nuestro Dios…

    Creo que Pilar, a lo que nos llama es manifestar… y precisamente ese Amor. Estoy con Kant, cuando dice que es muy complicado demostrar la existencia de Dios. Ahora bien, estoy también con él cuando dice que la única posibilidad de manifestarlo es por medio de la ética. Es decir, por nuestra forma/modo de comportarnos ante los demás.

    Si manifestamos ese Amor, al igual que hizo Jesús, desde luego mucha más gente podrá ver en nosotros el rostro de ese buen Dios en el que «vivimos» los cristianos.

    Un abrazo y rezo por ti,
    Vicente Sm

  4. Gracias Vicente.

    También creo que compartimos ese Amor/amor, a tantas cosas y tantas personas.

    Lo de creer o no, creo yo que no se basa exclusivamente en ese amor….Uno no puede «creer» si no cree en la vida después de la muerte, en la resurrección. Eso es la clave de todo.

    Si alguna «añoranza» hay, en todo caso, y esa sí que se basa en el amor, es a ese sentir que las personas a las que quieres no mueren cuando mueren. Y eso, si no se cree, te hace de alguna manera pensar que los creyentes en Dios tienen una importante «tabla de salvación». Quizá en el fondo no deja de ser, en el buen sentido, egoísta. Que los y las que quiero estén conmigo, que yo no muera…Sentirse acompañado permanentemente…

    Pero es importante tener esperanza, saber vivir sabiéndose mortal, finito, sin más cielo y más suelo que el que vemos, sin más compañía que la de aquellos y aquellas que tenemos a nuestro lado. Saber dar un sentido a la vida, que no es fácil sin esas certidumbres en las que tenéis fe.

    Por eso nunca he entendido que entre agnósticos y ateos no exista complicidad. Porque, al fin, todos estamos en el mismo barco. Y desde el respeto, desde la no imposición de lo que no se puede imponer (ni la fe, ni la duda, ni la convicción de que somos finitos y vulnerables), hemos de sabernos cercanos.

    Desde la comprensión en lo que cada cual creemos. Sin mirarnos por encima del hombro, pensando que estamos en la verdad absoluta. Si no, bien al contrario, haciendo el esfuerzo de comprendernos. De respetarnos.

    Un abrazo y reitero las gracias por la comprensión. Y por la oportunidad de hablar de estas cuestiones tan interesantes.

    Que vaya muy bien Vicente.

  5. Totalmente de acuerdo Guillermo, que el salto que nos proporicona nuestra fe… es (y sobre todo) a creer en otra vida. Ahí radica el meollo del asunto.

    Es una equivocación por nuesra parte, la de los creyentes, el afirmar muchas cosas sobre ésta. Sí, podemos decir que es otra vida y que es continuación de la que vivimos aquí, que es plenitud… y sobre todo esperanza. Pero poco más podemos afirmar, pues nos meteremos en un follón de narices.

    Sinceramente Guillermo, el Dios en el que creemos los cristianos, no es un Dios que únicamente ha puesto esto en funcionamiento y luego se ha lavado las manos dejándonos ahí con ese problema que es la Vida y que el mismo ha creado.

    Por que la Vida, y sin género de duda, es apaionantemente bonita… pero también inmensamente complicada. Y es ahí dónde entra en juego Jesús: «tanto amo Dios al Mundo, que envió a su único Hijo…» y para que todos fuesemos salvados por ÉL.

    ¿Que quiere decir estar salvado? Si lees las Bienaventuranzas te darás cuenta de la implicación de Dios con el Hombre. Pues tiene muy claro, que al regalarnos la libertad, hemos generado un Mundo bastante complicado. Y claro, hay últimos, que merecen ser los primeros. Se nos ha dado una Vida ya aquí «para que la vivamos en plenitud», para ser «dichosos», «bienaventurados», «felices».

    ¿Por qué yo vivo tan magnificamente bien, y hay tantos y tantos que no tienen posibilidad de nada? ¿Lo basamos todo en la suerte? ¿En el destino?

    No, la Vida, no puede ser eso.

    Tiene que haber otra vida, por que hay muchos… que aquí no han podido tener una vida digna. Sino la Vida sería muy injusta, y Dios, si algo es (y a parte de Amor), es justo.

    Claro… el cristianismo vivió muchos años creyendo que lo importante era esa otra vida con la que empecé este asunto (y sin dar especial relevancia a la que ya estamos viviendo aquí)… pero gracias a Dios, cada vez somos más los queremos «que se haga aquí en la Tierra como en el Cielo», pues el Reino se ha de empezar a instaurar en nuestros corazones, y que como nos dijo Dios en Jesús, es el Templo más importante.

    Si ÉL llega a reinar ahí, en nuestro interior (corazón), dará igual lo que pueda pasar fuera. Y será entonces cuando en verdad… nos podremos sentir salvados.

    Guillermo, creo en otra vida, pero ahora nada más que puedo pensar en ésta, y que está bastante complicada de vivir en estos momentos de la Historia en los que nos ha tocado existir. Sé que hay un millón y medio de posibilidades diferentes de poder llegar a construir un Mundo mejor, ahora bien, la del Amor (el que más me gusta es ese del que habla Pablo en la carta a los Corintios), es la que creo que mejor nos puede valer.

    En ello estamos.

    ¿Y gracias? A ti. Pues tu inquietud, hace que tenga que testimoniar mi fe… con aun mayor convicción. Fortaleciéndola más si cabe.

    Un fuerte abrazo y gracias (una vez más) por enriquecer Novabella, con tu visión de las cosas y que si algo quiere ser, es lugar de encuentro.

    Vicente Sm

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