En lo escondido II

Pero todavía dices; «puesto está en mí el que ama mi alma, ¿cómo no le hallo ni le siento?». La causa es porque está escondido, y tú no te escondes también para hallarle y sentirle; porque el que ha de hallar una cosa escondida, tan a lo escondido y hasta lo escondido donde ella está ha de entrar, y, cuando la halla él también está escondido como ella. Como quiera, pues, que tu Esposo amado es el tesoro escondido en el campo de tu alma, por el cual el sabio mercader dio todas sus cosas (Mt 13,44), con­vendrá que para que tú le halles, olvidadas todas las tuyas y alejándote de todas las criaturas, te escondas en tu retrete interior del espíritu, y, cerrando la puerta sobre ti, es a saber, tu voluntad a todas las cosas, ores a tu Padre en escondido (Mt 6,6), y así quedando escondida con él, entonces le sentirás en escondido y le amarás y gozarás en escondido y te deleitarás en escondido con él, es a saber, sobre todo lo que alcanza lengua y sentido».
San Juan de la Cruz

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