Nada mejor que una mezcla de flaquezas para atemperar
la arrogancia humana. Ellas nos dan la lección justa
para que no nos ensañemos con el prójimo, porque muy
a menudo somos nosotros quienes merecemos el castigo.
Cuando, iracundos, condenamos, nos llaman suavemente
la atención y nos aconsejan dulzura en voz baja
HALIFAX
Es mucha la sabiduría de este post