La luna por pedestal. Sonetos de amor. La Asunción

Cacabelos-Vega de Varcarce
22ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Adelantamos la madrugada. A las cinco y media estamos caminando. Tememos el calor por el arcén de la carretera nacional, los camiones, las estrechuras de Piedrafita. La marcha es sencilla hasta Villafranca. La luna, llena, se va poniendo acariciando la montaña, y asistimos a un espectáculo insólito, como si fuera escalando por la ladera, reposando en la cumbre y, finalmente, deslizándose por la pendiente hasta la luz de un nuevo día, cuando se oculta. El ir caminando nosotros hacia la luna, permite este efecto óptico: la luna por pedestal de la cima. Montes y cumbres, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecida al Señor.

Villafranca es una ciudad agradable, con su sabor medieval que despierta. La Iglesia románica de Santiago, la Puerta del Perdón, donde los peregrinos impedidos conseguían la misma indulgencia que llegando a Santiago. Me repito que Llego a Santiago cada día. Quiero llegar a Santiago, por amor a tu nombre.

Desayunamos en una posada, sencillamente, pero lejos de las austeridades de la primera semana, de Castilla. El cuerpo se va festejando con la cercanía de Galicia, que se intuye, y adquiere una mayor levedad, nuevos bríos y ánimos, a pesar de las ampollas y dolores del camino.

Me asusta el asfalto reconcentrado de calor en las ampollas, cada paso que doy por la carretera. Me habían contado tantas truculencias del paso por el arcén de la nacional seis, y había desbordado mi imaginación varias veces, que no me parece tan tremendo. Encajonados por el valle, coches y peregrinos.

Hago la marcha con tu nombre; con el sol acariciando las frondas y descargando en los descampados; con la paz de quien va caminando y solo se preocupa del ahora, de los pies en el sendero, del ruido del pasar. Con el bien del saberse en armonía con uno mismo, con a naturaleza, por los senderos de la vida. Brotan los versos del poeta sacerdote, que tanto me acompañaron en los atardeceres romanos:

Contigo el sol es luz enamorada
y contigo la paz es paz florida.
Contigo el bien es casa reposada
y contigo la vida es sangre ardida.
Pues si me faltas Tú, no tengo nada:
Ni sol, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.

Mezclo sonetos, sin duda, pero te sigo diciendo, el un murmullo de versos que hacen nido de amor en mi corazón:

Ya de hoy no más me saciaré con nada,
sólo Tú satisfaces con tu todo.
Un espejo seré de tu mirada,
esposados los dos, codo con codo.
Y cuando pongas fin a mi jornada,
yo seré Tú, viviendo de otro modo.

A las doce, hora tan mariana, en este día de la Asunción, entrábamos en el refugio, donde una ducha de agua fría, literal, descansa nuestro cuerpo agotado. Vista a los montes de Ruitelán, con las ruinas del castillo recortadas al sol. Me imagino que uno de esos montes será el legendario Cebreiro. Mañana entraremos en Galicia, terra a minha mae.

Me parece increíble mirar hacia Roncesvalles, seguir las huellas de los sellos en la credencial, y contemplar todo el camino a mis espaldas, mochila de peregrino. Me quedo ensimismado, espero que en ti. Y de nuevo me pongo en tus manos, porque tú estás siendo mi camino. Gracias por el rato que he estado contemplando la montaña. Si escalo al cielo, allí estás tú.

Participo en la segunda eucaristía de la Asunción, hoy del día, ayer de víspera. Muchos peregrinos celebran esta solemnidad que nos habla del destino glorioso de la humanidad, anticipado en María.

Dichoso el vientre que te llevó. Dichosa tú María, porque has creído.

Eres tú, María, la mujer vestida de sol, la luna por pedestal.

Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

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