Mártires marianistas

«Irrumpieron en el piso cuatro milicianos armados. El portero, que les había indicado el piso, les insistió: – “¡no hagáis nada a las mujeres que son muy buenas!”
Terminado el registro conminaron a los religiosos: “¡seguidnos!”. De nada sirvieron los lamentos y la súplicas de las buenas mujeres.
Con palabras soeces y a empujones los bajaron por las escaleras. Entonces Sabino, en uno de sus típicos arranques de generosidad, se acercó al portero (que les había denunciado) y, dándole las gracias, le abrazó. (…)
¿Qué jucio se les hizo? Probablemente sumarísimo: eran religiosos y bastaba. Este “delito” estaba condenado con la muerte (…)
Hacia las 2 ó 3 de la mañana sacaron a los cinco de sus celdas y, metiéndoles en unos coches, los llevaron a la carretera del Pardo. Ya no daban el paseo a sus víctimas a la luz del día.
Por la mañana, los agentes de la Dirección General de Seguridad encontraron los cadáveres acribillados a balazos y con el tiro de gracia. Los fotografiaron para que pudieran ser identificados por sus familiares.
Fueron sepultados en el cementerio del Pardo.
Aquel 14 de septiembre de 1936 era un día de victoria. Era la fiesta del triunfo de la Santa Cruz. A imitación y unidos a su divino Maestro, ellos también habían triunfado en su moderna cruz».

Florencio Arnaiz Cejudo

Joaquín Ochoa

Madrid, verano 1936; José María Salaverri.

Narra la biografía de los 4 nuevos beatos marianistas cuya memoria celebramos ayer, día 6 de Noviembre.

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