Misterio y belleza II

Si algo es evidente para la persona auténticamente religiosa es que ella no inventa el Misterio, sino que el Misterio la encuentra ella, la emplaza, la juzga y la puede condenar o salvar. El Misterio no es para esa persona ni un lugar, ni una idea, ni menos un mero ideal. La persona religiosa no es, por tanto,
primordialmente aquella que acepta unas verdades, que alimenta unas esperanzas o que realiza unas prácticas, sino más bien aquella que vive toda su vida en una dirección: la referencia al Misterio y la apertura a él en una actitud de reconocimiento acatamiento, de alabanza entrega a él.

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