Oración y Espíritu II, oración intercesora

la oración del creyente se abre también a las dimensiones de la humanidad y de toda la creación, que, «expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8, 19). Esto significa que la oración, sostenida por el Espíritu de Cristo que habla en lo más íntimo de nosotros mismos, no permanece nunca cerrada en sí misma, nunca es sólo oración por mí, sino que se abre a compartir los sufrimientos de nuestro tiempo, de los demás. Se transforma en intercesión por los demás, y así en mi liberación, en canal de esperanza para toda la creación, en expresión de aquel amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu que se nos ha dado (cf. Rm 5, 5). Y precisamente este es un signo de una verdadera oración, que no acaba en nosotros mismos, sino que se abre a los demás, y así me libera, así ayuda a la redención del mundo.

Benedicto XVI, catequesis sobre la oración

Un comentario en «Oración y Espíritu II, oración intercesora»

  1. Hola que tal gracias por tu aportación.Vaya si es importante tenerlo en cuenta.Claro cuando tenemos fe verdadera en Jesús todo lo que hacemos y decimos lo hacemos no solo para nosotros mismos si no para los demás.Porqué Dios es amor y este se tiene que compartir ya que si no no seria tal.Ya que Dios es nuestro Padre y nosotros sus hijos por lo tanto hermanos y nos tenemos que prodigar amor mútuo.
    Gracias.
    Un saludo.

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