Campo

Más tarde comprendí que los campesinos, como también les ocurre a los niños, no saben lo que es la belleza campestre. Donde otros ven un paisaje, ellos solo ven un sembrado, una dehesa, un erial bueno para cabras, un cerro o un barbecho. No se han parado a contemplar la naturaleza, sino que viven revueltos, confundidos con ella. Recuerdo mi estupor y mi alegría cuando leí en los libros de texto los primeros fragmentos literarios donde se describía la belleza del campo, y las ganas locas que sentí de ver a mis padres y abuelos y a mis tíos y a mis primos mayores para contarles lo bonita que era la naturaleza, sus muchos colores y tonalidades, el horizonte, el canto de los pájaros al amanecer, la paz y el silencio, el rumor del arroyo.

Ahora sé que se hubieran reído de mí, del mismo modo que ahora, cuando recuerdo los campos de mi niñez, por encima de la belleza, se me revela ante todo un paisaje hecho de historia; es decir, de tiempo y de dolor.»

Luis Landero, el balcón en invierno

Contadora

Todos sabían contar muy bien, porque todos contaban en el molde en que a ellos les contaron, pero la mejor narradora, y la que más cosas sabía, que parecía un pozo sin fondo, era mi abuela Frasca. Mi abuela Frasca había sido pastora desde la niñez hasta el matrimonio y era totalmente analfabeta, pero dominaba como nadie el arte de contar, y eso se notaba enseguida en el tono, en la línea melódica de la voz, en las pausas, en el movimiento acompasado de las manos…»

Luis Landero

Sunset Chapell

Tiene que haber sido intencionado haberle dado forma de corazón, tosco, un corazón de piedra que por la fe se convierte en un corazón de carne. En este caso el corazón se hace carne cuando la carne lo habita, cuando las personas de carne se introducen en su seno. Nunca lo habíamos expresado así: la capilla con forma de corazón de piedra se hace carne cuando se mete carne, personas que vienen a orar, a entrar en el misterio.

Fernando Vidal

Canto

CUANDO tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar.

Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando la mar.

Sé que tú te complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor. Y con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría.

Y canto, y el canto me emborracha, y olvido quien soy, y te llamo amigo a ti que eres mi señor.

R.Tagore

Monstruum y IV

Lo tercero importante para verlos es saber mirar. ¿Y cómo se mira un monstruo? Pues es de sencillo, sólo hay que atreverse a mirar de frente, plantarle cara y mirarlo fijamente a los ojos, sin pestañear. Si luego se pronuncia su nombre con voz clara, podremos mantenerlo a raya, porque ya le habremos puesto límite. Así seremos capaces de convivir con él, saber que existe pero que no nos a  dañar, porque sabemos como es y cómo se llama y podemos reconocerlo y ponerlo en su sitio.

Ana Cristina Herreros

Manuel Marsol

Monstruum II

Otro de los peligros que acechan a nuestros monstruos es que, de tanto no querer verlos, ya no sabemos verlos. Para conseguir ver un monstruo hay que saber esperar, porque lleva su tiempo avistar uno, y las prisas nos hacen permitir que nos lo den ya imaginado en una pantalla. Hace falta tiempo para dejar que aparezca   y verlo bien….»

Ana Cristina Herreros

Manuel Marsol

Monstruum I

Monstruum procede del verbo monstro, que  significa mostrar, enseñar, advertir, aconsejar. Monstruo es, pues, lo que se muestra y nos muestra lo que no queremos ver de nosotros, quizá por ello no queremos que aparezcan, no vaya a ser que nos delaten, no vaya a ser que todo el mundo vea que no somos perfectos, que en algún rincón oscuro de nosotros mismos hay un ser que se deja dominar por la ira, que devora todo lo que se interpone en su camino..»

Ana Cristina Herreros, Libro de Monstruos Españoles

Manuel Marsol, El gigante