Vida consagrada

Viviréis plenamente vuestra vocación de consagrados en la vida religiosa

¡Siendo alegres! Mostrad a todos que seguir a Cristo y poner en práctica su Evangelio llena vuestro corazón de felicidad. Contagiad con esta alegría a quien se os acerque, y entonces muchas personas os preguntarán la razón de ello y sentirán el deseo de compartir con vosotros vuestra espléndida y entusiasta aventura evangélica.

¡Siendo valientes! Quien se siente amado por el Señor sabe poner en Él plena confianza. Así han hecho vuestros fundadores y fundadoras, abriendo caminos nuevos de servicio al reino de Dios. Con la fuerza del Espíritu Santo que os acompaña, id por los caminos del mundo y mostrad el poder innovador del Evangelio que, si se lleva a la práctica, también hoy obra maravillas y puede dar respuesta a todos los interrogantes del hombre.

¡Siendo mujeres y hombres de comunión! Bien arraigados en la comunión personal con Dios, que habéis elegido como el porro unum (cf. Lc 10, 42) de vuestra vida, sed incansables constructores de fraternidad, ante todo practicando entre vosotros la ley evangélica del amor mutuo, y luego con todos, especialmente los más pobres. Mostrad que la fraternidad universal no es una utopía, sino el sueño mismo de Jesús para toda la humanidad.

 

Papa Francisco, Mensaje a los religiosos con ocasión del año de la vida consagrada

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Pustinia

Se dice a menudo que no se tiene tiempo de orar.  ¿Dónde está el lugar de la oración? La oración está en lo más íntimo del ser. Yo soy una iglesia. Soy templo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ellos vienen a mi. El señor ha dicho que el Padre y él vendrán y pondrán su morada en mi. No necesito ir a ninguna parte.

Catherine de Hueck Doherthy

Humanidad de Jesucristo III

Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos…, sin procurar oraciones compuestas, sólo palabras conformes a sus deseos y necesidad.

santa Teresa de Jesús

Tu sabor

no dejes entre  mi y el más lejano de tus deseos ningún velo que no hayas quitado, ninguna barrera que no hayas suprimido, ninguna infección que no hayas curado, ninguna puerta que no hayas abierto. Para que pueda situarse mi corazón en medio de la claridad que surge al intuirte, y así paladear el sabor de tu amor.
Dhu’l-Nun

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Encontrarte II

Pero donde siempre te encuentro es en el dolor. Un dolor, cualquier dolor, es como el sonido de la campanilla que llama a la esposa de Dios a la oración. Cuando a parece la sombra de la cruz, el alma se recoge en el tabernáculo de su intimidad y, olvidando el tintineo de la campana te “ve” y te habla. Eres Tú quien vienes a visitarme. Soy yo que te respondo. “Heme aquí, Señor, te quiero, Te he querido”. Y en este encuentro, al alma no siente su dolor, sino que está como embriagada de tu amor, invadida por Ti, embriagada por ti; yo en Ti, Tú en mí, a fin de que seamos uno.

Chiara Lubich

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Encontrarte

Te he encontrado en muchos lugares, Señor! Te he sentido palpitar en el silencio profundo de una ermita alpina, en la penumbra del sagrario de una catedral vacía, en el palpitar unánime de una muchedumbre que te ama y llena las arcadas de tu iglesia de cantos y de amor. Te he encontrado en la alegría. Te he hablado más allá del firmamento estrellado, mientras, de noche y en silencio, volvía del trabajo a casa. Te busco y a menudo te encuentro.

Chiara Lubich

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Humanidad de Jesucristo II

Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor – a mi parecer – de las partes adonde le veía más solo… Como persona necesitada me había de admitir a mí.

Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre; mas es así que jamás le pude representar en mí – por más que leía su hermosura y veía imágenes -, sino como quien está ciego o a oscuras, que aunque habla con una persona y ve que está con ella porque sabe cierto que está allí…, de esta manera me acaecía a mí cuando pensaba en nuestro Señor.

Santa Teresa de Jesús