Oración y silencio

Nuestras oraciones son palabras dirigidas al silencio de Dios, al silencio que es Dios para nuestros oídos, nuestra razón y nuestros sentimientos. Y aunque no faltan los momentos en que, a la oración dirigida a Dios, le siguen gratos sentimientos de sosiego, paz y gozo; y aunque la oración nos devuelve a veces luminosas ideas sobre Dios y hasta certezas aparentes de su presencia, en seguida percibimos que estos sentimientos, que pueden acompañar o seguir a nuestras plegarias, no son Dios, ni su respuesta a nuestro profundo deseo de descubrir su Presencia y de encontrarnos con Él… Aceptar el silencio de Dios como destino de las palabras de nuestra oración es la condición para no confundir a Dios con lo que no es y progresar hacia la unión con Él, meta de toda vida de oración”

Juan de Dios Martín Velasco

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Misterio y belleza II

Si algo es evidente para la persona auténticamente religiosa es que ella no inventa el Misterio, sino que el Misterio la encuentra ella, la emplaza, la juzga y la puede condenar o salvar. El Misterio no es para esa persona ni un lugar, ni una idea, ni menos un mero ideal. La persona religiosa no es, por tanto,
primordialmente aquella que acepta unas verdades, que alimenta unas esperanzas o que realiza unas prácticas, sino más bien aquella que vive toda su vida en una dirección: la referencia al Misterio y la apertura a él en una actitud de reconocimiento acatamiento, de alabanza entrega a él.

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Misterio y belleza I

Según Simone Weil, el sentimiento de lo bello, aunque esté mutilado, deformado o manchado, sobrevive en el corazón humano como un estímulo muy potente. Está presente en todas las preocupaciones de la vida ordinaria. Esta inclinación natural del ser humano a amar la belleza es la vía habitual que Dios utiliza para abrir el interior del individuo a la experiencia religiosa.
Weil cree que en todo lo que provoca una auténtica y pura sensación de belleza hay una presencia real de Dios. Hasta el punto que llega a afirmar que “hay como una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuya marca es la belleza»

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Encuentro y experiencia

Una de las cosas más impresionantes era contemplar el firmamento estrellado, una experiencia que se reflejó en muchas de mis obra de arte y en mi poesía. Cogía una manta y me tumbaba en un prado a mirar el cielo. Me sentía feliz en aquel silencio de la noche que te comunica no sabes exactamente qué.

-¿Aún no sabe qué es?
-No, pero es vital. Es la posibilidad de reencuentro con lo trascendente, con Dios, con uno mismo, con los demás y con el entorno. No es nada específico y, al mismo tiempo, es muy necesario para estar bien con uno mismo, para entrever que lo que haces te hace feliz; da una respuesta a tu ahora y aquí, y te ayuda a acoger y a servir mejor a los demás.
Solo he podido hacerlo por una razón: el gran noviciado de mi vida no lo he hecho en Montserrat, ni en Asnurri, sino durante los 12 años que pasé al lado de mis padres. Viendo cómo se extinguían, cómo necesitaban de todo, aprendí lo que era la humildad, la obediencia, salir de uno mismo. Cuidarlos ha sido, para mí, la obra de arte por excelencia. Sentí que lo tenía que dar todo. Soy así.

Vicens Santa Maria, osb

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Bernardo amado II

El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

San Bernardo

Unión con Dios

“For those blessed souls who have entered into the unity of life with God, everything is one: rest and activity, looking and acting, silence and speaking, listening and communicating, surrender in loving acceptance and an outpouring of love in grateful songs of praise.”

  Santa Teresa Benedicta de la Cruz, The Hidden Life: The Prayer of the Church. 

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Callar

Elige, pues, una de dos: callar tú y que hable Dios, o hablar tú para que él calle. Debes hacer silencio. Entonces será pronunciada la palabra que tú podrás entender, y nacerá Dios en el alma. En cambio, te por cierto que si tú insistes en hablar, nunca oirás su voz. Lograr nuestro silencio, aguardando a la escucha del verbo, es el mejor servicio que le podemos prestar.»

Juan Taulero

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