Viaje de Ida

“Vivimos en la apoteosis de un narcisismo que se ha convertido en ideología. Lo más importante somos nosotros, nuestros descubrimientos, nuestros sentidos. Ida (la protagonista) no siente que ella sea el centro del universo. El mundo de hoy está lleno de ruido y yo quería que la película fuese como una huida a otro universo. Quería reflejar algo más simple con un lenguaje cinematográfico sencillo. No hay más información que la necesaria, todo es esencial. Es el viaje de Ida pero también es un viaje que yo necesito hacer.”

Pawel Pawlikowski, director de Ida

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Ermitaña

La vida es muy sencilla, te levantas, oración, desayuno, me pongo a trabajar de una manera u otra, si viene alguien atiendo, soy casa de todo el mundo, todo es tiempo de Dios.
No quiero orar, quiero ser oración.
La contemplación siempre. En casa tengo la ventana, es mi televisión, miro cómo va oscureciendo, y así va pasando, muy sencillamente…
Las personas son lo más importante que hay,las personas son presencia de Dios, también me gusta la naturaleza. Quiero ser evangelio vivo, quiero pero no llego… El que vaya trabajando, que vaya haciendo…

Esto dice la ermitaña Monserrat.
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Ver

Al haber vivido en ambientes muy secularizados, me había dado cuenta que muchas personas realmente no pueden “ver”. ¿Por qué algunos son capaces de percibir de modo natural una dimensión de profundidad en la vida, que le da sentido y la ilumina en medio de cualquier situación, mientras que para otras personas eso resulta totalmente irreal, ya que no está al alcance de los sentidos y del entendimiento? ¿Por qué unos ven y otros miran y no ven?
Kiun-An

economía china

Reconocimiento

Reconoce de dónde te viene que existas, que tengas vida, inteligencia y sabiduría, y, lo que está por encima de todo, que conozcas a Dios, tengas la esperanza del reino de los cielos y aguardes la contemplación de la gloria (ahora, por cierto, de forma enigmática y como en un espejo; pero después de manera más plena y pura); reconoce de dónde te viene que seas hijo de Dios, coheredero de Cristo, y, dicho con toda audacia, que seas, incluso, convertido en Dios. ¿De dónde y por obra de quién te vienen todas estas cosas?

Limitándonos a hallar en las realidades pequeñas que se hallan al alcance de nuestros ojos, ¿de quién procede el don y el beneficio de que puedas contemplar la belleza del cielo, el curso del sol, la órbita de la luna, la muchedumbre de los astros, y la armonía y el orden que resuenan en todas estas cosas, como en una lira?

¿Quién te ha dado las lluvias, la agricultura, los alimentos, las artes, las casas, las leyes, la sociedad, una vida grata y a nivel humano, así como la amistad y familiaridad con aquellos con quienes te une un verdadero parentesco?

¿A qué se debe que puedas disponer de los animales, en parte como animales domésticos y en parte como alimentos?

¿Quién te ha constituido dueño y señor de todas las cosas que hay en la tierra?

¿Quién ha otorgado al hombre, para no hablar de cada cosa una por una, todo aquello que le hace estar por encima de los demás seres vivientes?

San Gregorio Nacianceno

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Larva de Dermatobia Hominis

 

Platero y yo XI

El alba

 En las lentas madrugadas de invierno, cuando los gallos alertas ven las primeras rosas del alba y las saludan galantes, Platero, harto de dormir, rebuzna largamente. ¡Cuán dulce su lejano despertar, en la luz celeste que entra por las rendijas de la alcoba! Yo, deseoso también del día, pienso en el sol desde mi lecho mullido.

Y pienso en lo que habría sido del pobre Platero si en vez de caer en mis manos de poeta hubiese caído en las de uno de esos carboneros que van, todavía de noche, por la dura escarcha de los caminos solitarios, a robar los pinos de los montes, o en las de uno de esos gitanos astrosos que pintan los burros y les dan arsénico y les ponen alfileres en las orejas para que no se les caigan.

Platero rebuzna de nuevo. ¿Sabrá que pienso en él? ¿Qué me importa? En la ternura del amanecer, su recuerdo me es grato como el alba misma. Y, gracias a Dios, él tiene una cuadra tibia y blanda como una cuna, amable como mi pensamiento.

Abrir los ojos

En efecto, ven a Dios los que son capaces de mirarlo, porque tienen abiertos los ojos del espíritu. Porque todo el mundo tiene ojos, algunos los tienen oscurecidos y no ven la luz del sol. Y no porque los ciegos no vean ha de decirse que el sol ha dejado de lucir, sino que esto hay que atribuírselo a sí mismos y a sus propios ojos. De la misma manera, tienes tú los ojos de tu alma oscurecidos a causa de tus pecados y malas acciones.

San Teófilo de Antioquía

Fotos del cielo

Muéstrame a Dios

Tú me dices: «Muéstrame a tu Dios»; yo te diré a mi vez: «Muéstrame tú al hombre que hay en ti», y yo te mostraré a mi Dios. Muéstrame, por tanto, si los ojos de tu mente ven y si oyen los oídos de tu corazón.  Pues de la misma manera que los que ven con los ojos del cuerpo con ellos perciben las realidades de esta vida terrena y advierten las diferencias que se dan entre ellas -por ejemplo, entre la luz y las tinieblas, lo blanco y lo negro, lo deforme y lo bello, lo proporcionado y lo desproporcionado, lo que está bien formado y lo que no lo está, lo que existe de superfluo y lo que es deficiente en las cosas-, y lo mismo se diga de lo que cae bajo el dominio del oído -sonidos agudos, graves o agradables-, eso mismo hay que decir de los oídos del corazón y de los ojos de la mente, en cuanto a su poder para captar a Dios. 

San Teófilo de Antioquía

Taizé liturgia

Y para mí, la liturgia no es simplemente una acción, un pensamiento. Conocemos la bondad a través de las personas que han sido ‘buenas’ con nosotros. Pero la bondad tiene otros lenguajes: unas melodías, unos colores, un ritmo, un ambiente. A través de ellos intuimos que, a pesar de todo, la persona puede romper la cadena de la acción-reacción. En toda persona humana habita un misterio, el Misterio. Un fondo, infinito, de bondad”.

Taizé II

Estamos abrumados por los discursos, por las polémicas, por el asalto de lo virtual. Actualmente, existe una zona opaca, y debemos liberar la certeza que surge de lo más profundo y anunciarla: la bondad es más profunda que el mal más profundo. Y no solo tenemos que sentirlo, sino que tenemos que darle un lenguaje. Y el lenguaje de Taizé no es la filosofía, tampoco el de la teología, sino el lenguaje de la liturgia.»

taize

Crucificado en vida

Apenas llevaba cuatro días libre, cuando pronunció un discurso político en el que resultaba imposible encontrar un vestigio de resentimiento.

Según relata Walter Pernas en Comandante Facundo,el ahora presidente de Uruguay, que había perdido los dientes en el trascurso de las palizas que le atizaban de forma habitual, llegó a comerse el papel higiénico y el jabón, además de las moscas que acudían a su celda (con frecuencia un simple agujero) atraídas por el olor a mierda que despedía el preso. Había chupado, con sus encías desnudas, en busca de un poco de calcio, los huesos que le arrojaban sus carceleros después de que los perros los hubieran limpiado. Bebió su propia orina, durmió durante años sobre suelos de cemento, expuesto a fríos intolerables y a calores asfixiantes. Había pasado semanas o meses sin ver la luz, años sin hablar con nadie que no fueran las ratas o los insectos que convivían con él o le hacían visitas. Perdió la noción del espacio y del tiempo, deliró, adelgazó hasta ser capaz de contar cada uno de los huesos de su esqueleto. Se cagaba y se meaba encima porque, fruto de los golpes, las balas y la deficiente alimentación, sufría problemas renales y digestivos.

Cuenta el aludido Walter Pernas que no podía caminar erguido, como un hombre, y que en los momentos de mayor deterioro físico y psíquico los militares llevaban a sus hijos a la cárcel para que vieran a la bestia y la insultaran. Viajó, en fin, varias veces hasta el borde mismo de la muerte de donde regresaba alucinado, con los ojos hundidos y sin masa muscular sobre la que sostenerse. Lo llevaban y lo traían de una prisión a otra, de un agujero a otro, como un saco de mercancía inmunda, arrojándolo sin contemplaciones sobre la caja del camión militar y sacándolo de ella a patadas. Conocedores de su diarrea crónica y de sus problemas urinarios, los carceleros desoían sus súplicas para que lo condujeran al retrete. Fruto de su constancia, y de la de su madre, logró, al cabo de los años, que le dejaran poseer un orinal del que no se separaba y que se convirtió increíblemente, con el paso del tiempo, en el símbolo de una victoria moral sobre sus secuestradores. Abandonó la cárcel abrazado a él, convertido ya en una maceta de flores.