porque te miro

Aún recuerdo las palabras de mi hija aquel día de primavera. Ella tendría dos o tres años, no lo recuerdo bien y tampoco me voy a levantar para averiguarlo. Me dijo: «Te quiero porque te miro». Recuerdo que me quedé mirándola con una cara como de resolver raíces cuadradas, como queriendo decidir si lo que quería decirme es «si no te quisiera no te miraría» o quizá «soy capaz de quererte porque soy capaz de observarte» o directamente «te miro porque te quiero», «hablas porque te escucho», «eres porque soy aquí y ahora». Es decir, en definitiva, «soy para que seas», «existes para que exista». Aún no tengo ni idea de lo que quería decirme y cuando se lo he vuelto a preguntar ha puesto esa cara que ponen las niñas cuando sus padres ponen cara de resolver raíces cuadradas. Pero algo me quedó claro y es que había una niña mirando, que soy un secundario en una historia de la cual ella es la protagonista, que soy padre porque ella es hija. Que soy porque es y que soy para que sea

J F Peláez

Mateo XXV, 30

El primer puente de Constitución y a mis pies/ fragor de trenes que tejían laberintos de hierro./ Humo y silbatos escalaban la noche,que de golpe fue el Juicio Universal. Desde el invisible horizonte/ y desde el centro de mi ser, una voz infinita/ dijo estas cosas….

JL Borges

El Aleph

 El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó…

JL Borges