Quédate

Tú, único sol, ¡ven! Sin Ti las flores se marchitan, ¡ven! Sin Ti el mundo no es sino polvo y ceniza. Este banquete y esta alegría, sin Ti quedan totalmente vacíos, ¡ven! Tu amor vino hasta mi corazón, y se marchó feliz. Después volvió, se puso los vestidos del amor, pero, una vez más, se fue. Tímidamente le supliqué que se quedase conmigo al menos por unos días. Él se sentó junto a mí y ya se olvidó de partir

Ibn Rumi, Rubai’yat 

12.31

 

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