Nueva Evangelización III

El tercer signo para la nueva evangelización, según el superior general de los marianistas, P.Manuel José Cortés, es

El camino del encuentro personal con Cristo. En el fundamento de nuestra fe, más allá de dogmas, normas e instituciones, está el encuentro personal con el Señor. Sin esta relación personal fundante nada tiene sentido en la fe cristiana. Es la roca sobre la que edificar todo lo demás, la raíz de donde surge todo. Si realmente queremos evangelizar no podemos hacerlo sin descender a ella.

En tiempo de crisis de las certezas, la evangelización, antes que transmisión de lo que creemos, tiene que ser testimonio de en quién creemos, de quién nos fiamos. En la transmisión de la fe, la primera pregunta a la que debe responder el anuncio del evangelio hoy no es la del dubitativo Pilato, “¿qué es la verdad?” (Jn 18,38), sino la del incipiente creyente, Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (Jn 6,68). Con ella el apóstol manifestó en dónde radicaba su fe. No en la comprensión de las misteriosas palabras de aquel discurso del Señor sobre el pan de vida, sino en la confianza en aquel que las había pronunciado. Probablemente compartía la sensación de incomprensión, extrañeza e incluso escándalo, con aquellos que, por eso mismo, abandonaron el seguimiento del Señor, pero algo le distinguía radicalmente de ellos: su relación personal con él, de la que brotaba su confianza total en él, en definitiva, su fe.

Es evidente que los primeros concernidos por la nueva evangelización hemos de ser nosotros mismos, si queremos ser verdaderos evangelizadores. No se puede transmitir lo que no se vive.