1 de Noviembre, día de todos los santos.

En la Eucaristía de esta mañana, Felix Erdocia Sm, nos ha propuesto rezar con esta preciosa poesía de la chilena Gabriela Mistral. Unas palabras de ánimo para todos los que seguimos construyendo el Reino de Dios y de la misma forma que lo hicieron nuestros antecesores, los santos. Muchos de ellos/as conocidos, con vidas y obras magníficas; ahora bien, también hubo muchisímo «santo anónimo» a los que la Iglesia quiere tener también presente en el día de hoy. Creo de verdad que todos coocemos alguno: una tía, un primo, una amiga, un abuelo… que por «h ó por b» han pasado a formar parte de ese otro Mundo en el que ya y por fin, han podido encontrarse con Aquel al que en vida pudieron hacer presente en su Amor.

Como bien nos decía Felix esta mañana, el Mundo necesita más que nunca de santos y santas que hagan posible y sobre todo «visible», ese Amor que únicamente puede proceder de Dios.  Él es nuestra salvación. Que estas bellas palabras de Gabriela Mistral nos ayuden a construir «desde abajo» un Mundo mejor, ese Reino justo (que es ya realidad allá en el Cielo)  y en el que todos y todas nos podamos sentir bienaventurados. En ello estamos.

Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el aire, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo;
o un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo.
Sé el que aparte la molesta piedra del camino;
sé el que aparte el odio entre los hombres
y sé el que resuelva las dificultades del problema.
Existe la alegría de ser sano y la de ser justo;
pero, por sobre todo la inmensa alegría de servir.
Que triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
si no hubiera una rosa que plantar,
una empresa que emprender
Que no te llamen solamente los trabajos fáciles.
¡Es tan bello hacer lo que otros rehusan!
Pero no caigas en el error de que sólo
se hacen méritos con lo grande;
hay pequeños servicios que son buenos servicios:
adornar una mesa, ordenar unos libros,
peinar a una niña…
Uno es el que critica,
otro, el que destruye: ¡sé tú el que sirve!
El servir no es tarea de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirvió.
Pudiera también llamársele así: ¡El que sirve!
Él es el que tiene sus ojos fijos en nuestras manos
y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy?
¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?
                                                                                           Gabriela Mistral