Sillencio que escucha. El eco del bordón. Equipaje para el camino

2º Etapa
Zubiri-Pamplona

Segundo día. Pasó una tarde, pasó una mañana. Y vió Dios que todo era bueno.

Hoy empezamos con una niebla navarra que hace muy agradable el tramo inicial, entre tanto verde. La neblina se queda enganchada de los árboles. Beltrán y yo vamos en silencio. Un silencio lleno de escucha. El sonido de los bordones. El mío, regalo de mis padres.

He dormido muy mal. Me desvelé pronto y, en la cama, en paz, he ido repitiendo la oración del corazón. No me ha preocupado excesivamente – ¿me habré despertado por ello?- el hecho de tener un día de marcha por delante. A las cinco y media, en pié. Con bordón.

Suena el bordón en la piedra de la calle, en las piedras del camino, en mi interior. Tú pones el eco, Señor. Suena el bordón en los bosques profundos, arañando la arena, acuchillando el charco.

Dicen que son los últimos bosques, casi los primeros, hasta Galicia. Dicen tantas cosas del camino… ¿Las escucho? Dicen que el camino dice. ¿Lo escucho?

Llegamos hasta el refugio de Trinidad de Arre, junto al río, tan bucólico y pastoril. El Arga canturrea su canción, para quien conmigo va. Seguimos hasta Pamplona por una calle larga e interminable.

Entro en Pamplona por la fronda, viendo en alto la catedral. Hace sol, hace calor. Una rozadura en la ingle me está martirizando, a cada paso un envite. Entrada medieval, el puente, las murallas, la calle que es camino francés. Suena el bordón de San Fermín.

La rozadura…¿me permitirá seguir mañana? No preocuparme. A cada día le basta su afán. Quiero seguir tu camino, Señor, que es el camino de cada día.

Nos abre una hospitalera alemana. Refugio de casi cien literas, en un polideportivo. Los espejos reflejan y amplían hasta el infinito el bosque de camas. El camino empieza a reflejar mi propia imagen.

El camino de Santiago tiene la virtud de afectar a toda la persona, desde lo más externo hasta lo más profundo de su yo. Paso a paso, a medida que avanzamos por las sendas y caminos, el espíritu del camino va calando en nosotros y modelándonos hasta convertirnos en auténticos peregrinos. Es bueno que seamos sensibles a estos cambios interiores, que los gustemos y cuidemos para que, como pretendemos, sea una experiencia que deje huella.

Silencio y soledad, en medio de una multitud, como equipaje para el camino. Tu presencia, Señor, alentadora. En tus manos.

Ahora, mientras escribo esto, me siento muy cansado. Hace calor pastoso, calor húmedo, calor de humanidad. Sesteo hasta las cinco de la tarde, con la imaginación bulléndome. Trato de hacer silencio a tanto pensamiento que danzan en mi interior.

Un peregrino me dijo que la limitación del cuerpo es la peor. Comienzas a notarlo en los detalle más mínimos. Requiere tu atención. Me doy cuenta: estoy asaeteado por las agujetas, como un sansebastián. Ando que parezco un imposibilitado. Tengo una rozadura que me tiene la rojo vivo. Aún así quiero seguir tus caminos.

Salgo con Beltrán a dar una vuelta. Compramos moscatel para celebrar la eucaristía. El pan y el vino. Tu cuerpo y tu sangre. Nada más. Nada menos.

Algunas personas reconocen el gesto de partir el pan. ¿Celebráis la eucaristía?

He venido con ganas de pensar mientras camino. Creo que se van a quedar el temario de mi vida, y los pensamientos, en la mochila. Me voy dando cuenta que en el camino se camina. El camino te camina. Ni más, ni menos. El camino aclara la vida, sin pensamientos.

Ando repitiendo tu nombre, acostado y levantado. Con el deseo de envolverme, de arroparme con tu misericordia.