Donde viven los monstruos. Spike Jonze

Un niño se enfada con su hermana y sus amigos. El niño destroza la habitación de su hermana. El mismo niño discute con su madre y huye de casa. Llega a una isla desierta donde convive con sus monstruos.

Poco más o menos éste es el argumento de “Donde viven los monstruos”, una película que, si bien no gustará al que busque evadirse de la realidad un rato y ver miles de batallas sangrientas, sorprenderá a aquél que quiera acercarse, de nuevo, al mundo de los niños.

Todos deberíamos viajar a aquél lugar donde viven nuestros monstruos, jugar y luchar con ellos y, una vez comprendido lo que nos ocurre por dentro, regresar a casa después de haberles dado un abrazo.

Me parece enternecedor el momento en el que uno de los monstruos –que no habla durante toda la película- se dirige a Max para decirle “¿Hablarás bien de nosotros?”.

Y, como dice Elvira Lindo, el libro –porque la película se basa en un libro escrito por Maurice Sendak- posee una de las frases más bellas de la literatura infantil. Cuando Max vuelve a casa y su madre lo espera con la cena, el autor nos dice: Y todavía estaba caliente. Poco más que eso es lo que todos le pedimos a la vida: que, después de viajar al lugar donde viven los monstruos, alguien nos espere, en algún lugar del mundo, con la cena caliente.