¿En nombre de qué decir hoy que el estado no es Dios, ni la raza, ni el dinero, ni el sexo?

Hablando sobre la Trinidad Bezançon reflexiona sobre el valor y la importancia de creer en un solo Dios y se pregunta ¿Creen de veras los cristianos en un solo Dios?

Lo que en el monoteísmo hay de subversivo y liberador no está tanto en lo que dice de Dios, de un Dios tan imposible de captar, sino en lo que niega de los falsos absolutos. ¿En nombre de qué decir hoy que el estado no es Dios, ni la raza, ni el dinero, ni el sexo? Solo puede decirse esto en nombre del rechazo de la divinización de todo lo que es relativo. Decir que solo Dios es Dios, aun cuando en definitiva no se sepa nada de Dios, es decir que el hombre es libre de toda opresión. Se comprende que muchos totalitarismos se hayan preocupado por ello, apelando a dos tácticas posibles: la persecución (como en el nazismo y el imperio romano) o la confiscación de la idea de Dios en una religión o estado.
Por tanto, tenemos derecho a soñar que algún día, más pronto o más tarde, todos los creyentes monoteístas, judíos, cristianos y musulmanes, encontrarán la ocasión de hablar con una sola voz, a propósito de las grandes cuestiones que agitan a nuestra sociedad, para denunciar los ídolos, los falsos absolutos. Cuando están en juego el respeto a la vida y a la dignidad humana, la acogida del extranjero o el rechazo de la tortura, sería importante que recordaran y dijeran todos juntos que nada, ni estado, ni la nación, ni la raza, ni el progreso, ni la lucha de clases, ni la seguridad, pueden erigirse en absolutos. Si se tiene además cuidado de que las religiones mismas no se constituyan en absolutas y en jueces universales, como han hecho tantas veces, podría darse aquí una misión de vigilancia profética: siguiendo a los grandes profetas de la Biblia, denunciar vigorosamente los ídolos que el hombre se fabrica constantemente para dominar mejor a sus semejantes.

Fragmento del libro «Dios no es un ser solitario. La Trinidad en la vida de los cristianos». De Jean-Nöel Bezançon

La fe favorece el progreso del pensamiento y de la ciencia

Por otra parte la fe favorece al progreso: el del pensamiento y el de la ciencia. No se pueden oponer ciencia y creencia, pues, de hecho la creencia juega tan gran papel en la ciencia como en casi todos los otros sectores de la actividad humana. Los niños, en la escuela, aprenden, porque se fían del maestro, aunque luego terminen pudiendo comprobar por sí mismos la certeza de lo recibido. Pero, de entrada, se creen lo que el maestro afirma y lo aceptan, y así avanzan en el saber. A otro nivel las ciencias progresan porque los investigadores no parten de cero, sino que aceptan (creen) las conclusiones a las que otros han llegado. Ya hemos indicado que en las creencias recibidas puede haber vacíos o errores. Pero el remedio no se encuentra en el rechazo de la creencia, pues esto sería volver al primitivismo, sino en realizar una opción crítica, y así favorecer el progreso.

Lo mismo ocurre con el progreso del pensamiento. La fe es el movimiento más primario y espontáneo que nos permite situarnos coherentemente en el mundo e interpretarlo. En efecto, el hombre, al nacer, no entra en un lugar neutro e indeterminado, sino en un mundo ya culturalmente habitado y socialmente condicionado, heredando un lenguaje y unas formas de ser que le marcan decisivamente. A partir de y a través de este “presupuesto” adquirido (por pura confianza) percibe toda la realidad. Lo que ocurre es que su percepción está tan familiarizada con este presupuesto que le resulta muy difícil distinguir y separar sus actitudes y su visión de las cosas, de la fe que las hace posibles.

Se trata de un fragmento del libro “Para encontrar a Dios” (p37) de Martín Gelabert Ballester, op hablando de la fe como elemento característico de todo ser humano. Esta fe elevada por la Gracia se convierte en virtud teologal que nos lleva a Dios.

¿Estaremos perdiendo la parte humana de la fe, la confianza? ¿la confianza da asco?
Sin la parte humana de la fe, no podremos aspirar a la fe teologal, pero es que tampoco podremos convivir.