Viaje a Itaca. Me escuece el ser. Me sondeas y me conoces

Acebo de San Miguel-Cacabelos
21ªEtapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Como un reloj de precisión, a las cinco y media estamos en pie, a las seis caminando. Los chicos del albergue, que ayer hicieron su primera etapa y se devoraron cuarenta kilómetros, queda atrapados en su desierto y nos dijeron que hoy se levantarían tarde. Una duda que pueda seguir.

Nos metemos en el monte, más matorrales, bajando hacia Molinaseca. El pueblo está en fiestas, y las calles son hoy ríos de agua, que tratan de lavar la cara al espanto nocturno.

En Molinaseca una pintada: no vayas aprisa, peregrino, la meta es el camino.

Desde hace días, creo que desde que todos los días, al llegar, me digo, y proclamo en alto: Ya hemos llegado a Santiago. Aquí y ahora es Santiago

Me brota el eco de la adolescencia, los cantos en catalán que no entendía:

“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo. Quesean muchas las mañana de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos antes nunca vistos.
Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento. Tu llegada allí es tu destino. Más no apresures nunca el viaje…”

Llego a Cacabelos a mediodía, con un calor terrible, con tu nombre en los labios. Atravesar toda la población hasta el albergue, cruzado el río, al final, un final que aparentemente, no llega nunca.

A la sombra de una Iglesia, la Virgen de las Angustias, un albergue de diseño, a estrenar. Camarotes de dos camas, madera, metal, minimalismo total. Vuelve la sensación de estar en un cuarto Debe tener unas ochenta plazas, debemos ser unos ciento cuarenta peregrinos, muchos dormirán al aire libre. Y siguen llegando.

Sigue enseñándome el camino a caminar; a ver cómo camino. Autosuficiencia, avasallamiento, un rosario de hermosuras que Beltrán, en silencio, me dice con solo mirarme, mientras me cura los pies. Me escuece.

A media tarde nos vamos a mojar los pies en el río Cúa. Todas las tardes ando como un pato, me parece increíble que por la mañana pueda caminar sin problemas. En el río todos los pies peregrinos a remojo, agua heladora, quedas nuevo. Parece un cuadro impresionista.

El pueblo está en fiestas, celebrando la Asunción. La eucaristía concelebrada por tres sacerdotes. Me llama la atención que no hay sermón. Me quedo con el Proclama mi alma la grandeza del Señor. Por María y por tantas bellezas y durezas como estamos viendo y padeciendo estos días.

El amigo, en su cuaderno, ha escrito:

El camino de Santiago tiene muchas cosas que nos impulsan a vivir desde el interior. Vivir desde la fe es vivir toda mi vida desde la profundidad que las cosas tienen. El camino de Santiago tiene muchas cosas que nos empujan a vivir desde el interior. Lo importante es hacer de lo que estoy viviendo como peregrino espacio del encuentro con Dios. Tener a Dios como compañero de camino. Muchos peregrinos, al escribir su diario, dejan que lo que han vivido les cale más hondo en su corazón, allí donde Dios tiene puesta su morada.

Señor, tú me sondeas y me conoces, me conoces cuando me siento y me levanto, de lejos penetras mis pensamientos. No ha llegado mi palabra a la boca y ya, Señor, te la sabes toda. Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no lo abarco. Señor ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino recto.

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