Cristo de Bangassou

Desde su pedestal, el Cristo de Bangassou mira a todos los enfermos de coronavirus del mundo y los compadece. Les dice que pongan su confianza en Él, que Él lo puede todo, lo cura todo. Él no se puede comparar con el de Medinaceli, o el del Gran Poder o con el Cachorro pero se compadece igual de los más de 10.000 niños que siguen muriendo cada día de hambre en el mundo porque les falta no una vacuna, sino comida para vivir. Se compadece de tantas personas puestas en cuarentena, de barrios y ciudades en aislamiento. De campos de desplazados de 100.000 personas expulsados de sus ciudades a causa de la guerra, de la violencia de mercenarios armados de sus kalasnikoffs que crean el terror en el este de Centroáfrica, justo donde empieza la diócesis de Bangassou y desde donde los puede ver y conmoverse. 

Porque Dios se conmueve con todos los dolores de la humanidad. Dios no es indiferente.

 Porque Dios sabe mirar con otra mirada, con ojos de compasión y de amor, porque el amor abre barreras mientras que el rechazo y la indiferencia las amarra con cepos y concertinas. 

Mons. Juan José Aguirre, Obispo de Bangassou

 

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