A Love Supreme

En la concavidad misteriosa de un templo luterano, A Love Supreme revelaba plenamente su condición de música sagrada; pero no sagrada porque Coltrane aludiera a Dios en el disco y presentara su obra como una ofrenda de gratitud: sagrada porque desde los primeros acordes, los primeros golpes oscuros de la batería, es una música que estremece lo que hay de espiritual en quien la escucha: un sobrecogimiento hacia lo que es muy próximo, dentro de uno y en el mundo exterior, y permanecerá siempre desconocido; una efusión de gratitud hacia lo valioso que hemos recibido o alcanzado; un impulso de arrepentimiento y solicitud de perdón por el dolor que cada uno haya causado, voluntariamente o no; un trance de fervor que lo sacude a uno del pesado narcótico de la rutina y lo hace ascender hacia una claridad repentina, inesperada, inmerecida, del todo cotidiana.

Antonio Muñoz Molina, Música sacra

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