Donde viven los monstruos. Spike Jonze

Un niño se enfada con su hermana y sus amigos. El niño destroza la habitación de su hermana. El mismo niño discute con su madre y huye de casa. Llega a una isla desierta donde convive con sus monstruos.

Poco más o menos éste es el argumento de “Donde viven los monstruos”, una película que, si bien no gustará al que busque evadirse de la realidad un rato y ver miles de batallas sangrientas, sorprenderá a aquél que quiera acercarse, de nuevo, al mundo de los niños.

Todos deberíamos viajar a aquél lugar donde viven nuestros monstruos, jugar y luchar con ellos y, una vez comprendido lo que nos ocurre por dentro, regresar a casa después de haberles dado un abrazo.

Me parece enternecedor el momento en el que uno de los monstruos –que no habla durante toda la película- se dirige a Max para decirle “¿Hablarás bien de nosotros?”.

Y, como dice Elvira Lindo, el libro –porque la película se basa en un libro escrito por Maurice Sendak- posee una de las frases más bellas de la literatura infantil. Cuando Max vuelve a casa y su madre lo espera con la cena, el autor nos dice: Y todavía estaba caliente. Poco más que eso es lo que todos le pedimos a la vida: que, después de viajar al lugar donde viven los monstruos, alguien nos espere, en algún lugar del mundo, con la cena caliente.

Cumbres Borrascosas

Cumbres Borrascosas
Emily Bronte

¡Catalina!¡ Haga Dios que no reposes mientras yo viva! Si es cierto que yo te maté, persígueme. Se asegura que la víctima persigue a su asesino. Hazlo, pues, sígueme hasta que me enloquezcas. Pero no me dejes solo en este abismo. ¡Oh! ¡No puedo vivir sin mi vida! ¡No puedo vivir sin mi alma!.

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Tal vez suene un poco extraño que alguien recomiende un libro así a estas alturas. Algunos opinarán que es demasiado romántico o apasionado. Diré que realmente “Cumbres Borrascosas” es un libro de personajes sin piel, donde la pasión en ocasiones se vuelve desbocada e incluso llega a violentar al lector. Pero es imposible leerlo y no sentir que a uno se le remueven las entrañas y que su imaginación viaja una y otra vez, como los fantasmas de la obra, a Cumbres Borrascosas.

Retorno a Brideshead. Evelyn Waugh

-Seguir sola, simplemente. ¿Cómo puedo saber lo que voy a hacer? Tú me conoces totalmente. Sabes que no estoy hecha para una vida de luto. Siempre he sido mala. Es probable que vuelva a ser mala, y volveré a ser castigada. Pero cuando peor soy, más necesito a Dios. No puedo estar fuera del alcance de su misericordia. Eso es lo que significaría empezar una vida contigo; sin Él. Lo único que puedo desear es ver un paso más adelante. Pero hoy me di cuenta de que hay una cosa imperdo­nable, como las cosas de la infancia, tan malas que sólo mamá podía arreglarlas, la cosa mala que estaba a punto de hacer, pero no acabo de ser lo bastante malvada para hacerla: situar a un rival a la altura de Dios. ¿Por qué se me permite a mí entender esto y a ti no, Charles? Quizá sea a causa de mamá, de Nanny, Cordelia, Sebastian, quizá Bridey y la señora Muspratt, que siempre me han tenido presente en sus oraciones; o quizá sea un trato privado entre Dios y yo: si sacrifico lo único que quiero de veras, por mala que sea no me abandonará totalmente al final.

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Cuando, al leer el prefacio a esta obra, descubrí que el autor decía que “Retorno a Brideshead» trata de “la influencia de la gracia divina en un en grupo de personajes”, quedé expectante. ¿Cómo saldrá de ésta? Se pregunta uno cuando ya lleva las cien primeras páginas, entrañables, intimistas, inteligentes.

Al final descubrimos que la acción de Dios se comprende en el conjunto de la historia, en la suma de las vidas, de unas vidas que en sí mismas, aisladas, resultan tristes y vacías pero que, en conjunto, nos permiten vislumbrar cómo Dios ensambla las piezas de la historia en un mosaico de increíble belleza. Imprescindible.

El Exorcista

¿Qué sentido tiene?
-¿quién lo sabe? -respondió Merrin-. ¿quién puede tener la esperanza de saber? -pensó un momento. después continuó sondeando-: pero yo creo que el objetivo del demonio no es el poseso, sino nosotros… los observadores… cada persona de esta casa. y creo… creo que lo que quiere es que nos desesperemos, que rechacemos nuestra propia humanidad, damien, que nos
veamos, a la larga, como bestias, como esencialmente viles e inmundos, sin nobleza, horribles, indignos. y tal vez ahí está el centro de todo: en la indignidad. porque yo pienso que el creer en Dios no tiene nada que ver con la razón, sino que, en última instancia, es una cuestión de amor, de aceptar la posibilidad de que Dios puede amarnos…

El Exorcista. Blatty

Admito que es extraño hacer una reseña del libro de «El Exorcista», sobre todo porque uno piensa que esas supersticiones «ya están muy superadas«. Pues bueno, incluso en un best-seller se pueden encontrar perlas que nutren nuestra razón y que nos ayudan a acercarnos un poco más a Dios.
Dice el Apocalipsis que «ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos». Sí, tal vez en eso radique todo, en la tentación de creer que Dios no puede amarnos así, tal como somos.
Pecado y dignidad

La visita del inspector

La visita del inspector
J.B. Priestley

No vivimos solos. Somos miembros de un cuerpo. Somos responsables los unos de los otros. Y les digo que pronto llegará el tiempo en que, si los hombres no aprenden esa lección, se les enseñará con el fuego, la sangre y el sufrimiento. Buenas noches.

Esta impresionante obra de teatro, escrita en 1947 por J.B. Priestley, nos habla de la conciencia colectiva, del cuerpo social. La acción se sitúa en 1912 y lleva al lector –o espectador- a asumir la responsabilidad que le toca en nuestro mundo. De una actualidad que sorprende.
Si eres de los que dicen “yo no leo teatro”, tal vez sea una gran oportunidad para acercarte a esta otra forma de literatura. Será imposible que no te sientas profundamente cuestionado. Como dice John Donne “No preguntes nunca por quién doblan las campanas: las campanas doblan por ti”

Los Ojos del Hermano Eterno

Virata permaneció un momento pensativo. Luego dijo, humildemente:
-Dices la verdad. Siempre hay en el dolor más sabiduría y verdad que en toda la filosofía. Todo lo que sé lo he aprendido junto a los desgraciados, y todo lo que he podido ver con la mirada que penetra en las profundidades ha sido con los ojos del hermano eterno.(…) El solitario vive, a pesar de estar solo, con sus hermanos.

Esta pequeña joya de la literatura fue escrita por Stefan Zweig. En unas pocas líneas (apenas 70 páginas) se condensa una gran sabiduría. Ambientada en el oriente anterior al nacimiento de Buda, trata la vida de un hombre justo del que ya nadie se acuerda…

Lo podéis encontrar en formato digital aquí