Señor y Dios mío, el gran amor de mi vida, yo he sido testigo de tu maravilloso amor y tu perdón a lo largo de toda mi larga vida, y he conocido la revelación de tu inmenso amor por el conocimiento que nos has transmitido por tus profetas en la Biblia, en la que apareces como el más enamorado de los amantes.
Fernando Cardenal, sj, Cartas a Dios desde América Latina
Autor: Nano Crespo
Tu brillo
Me gustaría abrir mi corazón y alabarte con admiración y gratitud por tu obra creadora, por su armonía, por su belleza. Contemplar el brillo de un amanecer esplendoroso o el color rojizo de un atardecer a la orilla del mar. El trinar de los pájaros en la selva amazónica y el silencio profundo de un lago al sur de Chile en una noche de luna plateada. La creatividad artísitca de escritores, escultores, músicos, pintores, arquitectos y artesanos. Todo lo que has creado y desarrollado en la vida de santos y santas….»
Sergio Torres González, Cartas a Dios desde América Latina
Donar la vida
Milagro de la vida
Voz quebrada
También me enseñaste a escucharte: en tu Palabra, en el silencio, en el trino de los pajaritos de las madrugadas en la quinta, en la mirada confiada de los cachorros, en la belleza que recrean los artistas..y más recientemente en la voz quebrada de los pobres. No necesito decirte lo lento que soy para aprender.
Vicente Eschepe Gil, Carta a Dios desde América Latina
Descubrirte y amarte
Desde pequeño fui testigo de muchos valores vividos en un mundo prácticamente rural, en medio de animales domésticos y selváticos, plantas, árboles y una exhuberante vegetación tropical. Aprendí a descubrirte y amarte en los quehaceres del hogar, el trabajo en el campo y la lucha diaria por la subsistencia. Así creció mi confianza en ti como única fuente de apoyo en la intemperie e inseguridades de la vida.
Roberto Tomichá Charupá, Cartas a Dios desde América latina
Bendición para peregrinos
Oh Dios, que sacaste a tu siervo Abrahán de la ciudad de Ur de los caldeos, guardándolo en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto:
te pedimos que te dignes guardar a estos siervos tuyos que, por amor de tu nombre, peregrinan a Compostela. Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, consuelo en sus desalientos y firmeza en sus propósitos para que, por tu guía, lleguen incólumes al término de su camino y, enriquecidos de gracias y virtudes, vuelvan ilesos a sus casas, llenos de saludable y perenne alegría. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Tu corazón en medio de la vida
Desde que fui consciente de tu presencia he buscado tocar tu corazón en medio de la vida. Con mucha frecuencia te encontraba entre los árboles, cuando dejaba que la suave brisa con sus aromas me invadieran y me sorprendieran los rayos del sol, que se abrían paso para iluminar el bosque, realmente me sentía cubierta de esa luminosidad que me generaba confianza, seguridad y paz.
Sofía Chipana Quispe, Carta a Dios desde América Latina
Belleza
La belleza, que en Oriente es uno de los nombres con que más frecuentemente se suele expresar la divina armonía y el modelo de la humanidad transfigurada, se muestra por doquier: en las formas del templo, en los sonidos, en los colores, en las luces y en los perfumes»
San Juan Pablo II, citado en Laudato si’ 235
En el mundo
En todo tu rastro
San Juan de la Cruz enseñaba que todo lo bueno que hay en las cosas y experiencias del mundo «está en Dios eminentemente en infinita manera, o, por mejor decir, cada una de estas grandezas que se dicen es Dios». No es porque las cosas limitadas del mundo sean realmente divinas, sino porque el místico experimenta la íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres, y así «siente ser todas las cosas Dios». Si le admira la grandeza de una montaña, no puede separar eso de Dios, y percibe que esa admiración interior que él vive debe depositarse en el Señor: «Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, y hermosas, o graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y en el suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí»
Francisco, Laudato si’ 234
Secreto sutil
Hay un secreto sutil en cada uno de los movimientos y sonidos de este mundo. Los iniciados llegan a captar lo que dicen el viento que sopla, los árboles que se doblan, el agua que corre, las moscas que zumban, las puertas que crujen, el canto de los pájaros, el sonido de las cuerdas o las flautas, el suspiro de los enfermos, el gemido de los afligidos…»
Ali Al-Kawwas, citado en Laudato si’, n. 233