Voz quebrada

También me enseñaste a escucharte: en tu Palabra, en el silencio, en el trino de los pajaritos de las madrugadas en la quinta, en la mirada confiada de los cachorros, en la belleza que recrean los artistas..y más recientemente en la voz quebrada de los pobres. No necesito decirte lo lento que soy para aprender.

Vicente Eschepe Gil, Carta a Dios desde América Latina

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Descubrirte y amarte

Desde pequeño fui testigo de muchos valores vividos en un mundo prácticamente rural, en medio de animales domésticos y selváticos, plantas, árboles y una exhuberante vegetación tropical. Aprendí a descubrirte y amarte en los quehaceres del hogar, el trabajo en el campo y la lucha diaria por la subsistencia. Así creció mi confianza en ti como única fuente de apoyo en la intemperie e inseguridades de la vida.

Roberto Tomichá Charupá, Cartas a Dios desde América latina

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Bendición para peregrinos

Oh Dios, que sacaste a tu siervo Abrahán de la ciudad de Ur de los caldeos, guardándolo en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto:

te pedimos que te dignes guardar a estos siervos tuyos que, por amor de tu nombre, peregrinan a Compostela. Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, consuelo en sus desalientos y firmeza en sus propósitos para que, por tu guía, lleguen incólumes al término de su camino y, enriquecidos de gracias y virtudes, vuelvan ilesos a sus casas, llenos de saludable y perenne alegría. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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Tu corazón en medio de la vida

Desde que fui consciente de tu presencia he buscado tocar tu corazón en medio de la vida. Con mucha frecuencia te encontraba entre los árboles, cuando dejaba que la suave brisa con sus aromas me invadieran y me sorprendieran los rayos del sol, que se abrían paso para iluminar el bosque, realmente me sentía cubierta de esa luminosidad que me generaba confianza, seguridad y paz.

Sofía Chipana Quispe, Carta a Dios desde América Latina

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Belleza

La belleza, que en Oriente es uno de los nombres con que más frecuentemente se suele expresar la divina armonía y el modelo de la humanidad transfigurada, se muestra por doquier: en las formas del templo, en los sonidos, en los colores, en las luces y en los perfumes»

San Juan Pablo II, citado en Laudato si’ 235

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En todo tu rastro

San Juan de la Cruz enseñaba que todo lo bueno que hay en las cosas y experiencias del mundo «está en Dios eminentemente en infinita manera, o, por mejor decir, cada una de estas grandezas que se dicen es Dios». No es porque las cosas limitadas del mundo sean realmente divinas, sino porque el místico experimenta la íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres, y así «siente ser todas las cosas Dios». Si le admira la grandeza de una montaña, no puede separar eso de Dios, y percibe que esa admiración interior que él vive debe depositarse en el Señor: «Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, y hermosas, o graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y en el suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí»

Francisco, Laudato si’ 234

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Secreto sutil

Hay un secreto sutil en cada uno de los movimientos y sonidos de este mundo. Los iniciados llegan a captar lo que dicen el viento que sopla, los árboles que se doblan, el agua que corre, las moscas que zumban, las puertas que crujen, el canto de los pájaros, el sonido de las cuerdas o las flautas, el suspiro de los enfermos, el gemido de los afligidos…»

Ali Al-Kawwas, citado en Laudato si’, n. 233

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Llenas todo

El universo se desarrolla en Dios, que lo llena todo. Entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre. El ideal no es sólo pasar de lo exterior a lo interior para descubrir la acción de Dios en el alma, sino también llegar a encontrarlo en todas las cosas, como enseñaba san Buenaventura: «La contemplación es tanto más eminente cuanto más siente en sí el hombre el efecto de la divina gracia o también cuanto mejor sabe encontrar a Dios en las criaturas exteriores»

Francisco, Laudato si’, n.233

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Pastos de Dios

Procuremos, pues, hermanos, no sólo vivir rectamente, sino también obrar con rectitud delante de los hombres, y no sólo preocuparnos de tener la conciencia tranquila, sino también, en cuanto lo permita nuestra debilidad y la vigilancia de nuestra fragilidad humana, procuremos no hacer nada que pueda hacer sospechar mal a nuestro hermano más débil, no sea que, comiendo hierba limpia y bebiendo un agua pura, pisoteemos los pastos de Dios, y las ovejas más débiles tengan que comer una hierba pisoteada y beber un agua enturbiada.

San Agustín

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