Dime quien eres

Ahora que la noche es tan pura,
y que no hay nadie más que tú,
dime quién eres.

Dime quién eres y por qué me visitas,
por qué bajas a mí que estoy tan necesitado
y por qué te separas sin decirme tu nombre.

Dime quién eres tú que andas sobre la nieve;
tú que, al tocar las estrellas, las haces palidecer de hermosura;
tú que mueves el mundo tan suavemente,
que parece que se me va a derramar el corazón.

Dime quién eres; ilumina quién eres;
dime quién soy también, y por qué la tristeza de ser hombre;
dímelo ahora que alzo hacia ti mi corazón,
tú que andas sobre la nieve.

Dímelo ahora que tiembla todo mi ser en libertad,
ahora que brota mi vida y te llamo como nunca.
Sosténme entre tus manos; sosténme en mi tristeza,
tú que andas sobre la nieve.

Himno de la liturgia de las horas

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Corazón

 Marquier, neurocientífica,  aconseja: “Cultive el silencio, contacte con la naturaleza, viva periodos de soledad, medite, contemple, cuide su entorno vibratorio, trabaje en grupo, viva con sencillez. Y pregunte a su corazón cuando no sepa qué hacer”. De no mediar en su conversación palabras como neurotransmisores, hormonas, campos magnéticos, la creeríamos una mística, y sin embargo la ciencia no hace sino confirmar algo que supieron desde el origen de los tiempos los precursores, los poetas: que entre cerebro y corazón, el corazón es el fuerte.

A. Trapiello

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Vida consagrada

Viviréis plenamente vuestra vocación de consagrados en la vida religiosa

¡Siendo alegres! Mostrad a todos que seguir a Cristo y poner en práctica su Evangelio llena vuestro corazón de felicidad. Contagiad con esta alegría a quien se os acerque, y entonces muchas personas os preguntarán la razón de ello y sentirán el deseo de compartir con vosotros vuestra espléndida y entusiasta aventura evangélica.

¡Siendo valientes! Quien se siente amado por el Señor sabe poner en Él plena confianza. Así han hecho vuestros fundadores y fundadoras, abriendo caminos nuevos de servicio al reino de Dios. Con la fuerza del Espíritu Santo que os acompaña, id por los caminos del mundo y mostrad el poder innovador del Evangelio que, si se lleva a la práctica, también hoy obra maravillas y puede dar respuesta a todos los interrogantes del hombre.

¡Siendo mujeres y hombres de comunión! Bien arraigados en la comunión personal con Dios, que habéis elegido como el porro unum (cf. Lc 10, 42) de vuestra vida, sed incansables constructores de fraternidad, ante todo practicando entre vosotros la ley evangélica del amor mutuo, y luego con todos, especialmente los más pobres. Mostrad que la fraternidad universal no es una utopía, sino el sueño mismo de Jesús para toda la humanidad.

 

Papa Francisco, Mensaje a los religiosos con ocasión del año de la vida consagrada

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Pustinia

Se dice a menudo que no se tiene tiempo de orar.  ¿Dónde está el lugar de la oración? La oración está en lo más íntimo del ser. Yo soy una iglesia. Soy templo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ellos vienen a mi. El señor ha dicho que el Padre y él vendrán y pondrán su morada en mi. No necesito ir a ninguna parte.

Catherine de Hueck Doherthy

Humanidad de Jesucristo III

Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos…, sin procurar oraciones compuestas, sólo palabras conformes a sus deseos y necesidad.

santa Teresa de Jesús

Tu sabor

no dejes entre  mi y el más lejano de tus deseos ningún velo que no hayas quitado, ninguna barrera que no hayas suprimido, ninguna infección que no hayas curado, ninguna puerta que no hayas abierto. Para que pueda situarse mi corazón en medio de la claridad que surge al intuirte, y así paladear el sabor de tu amor.
Dhu’l-Nun

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Encontrarte II

Pero donde siempre te encuentro es en el dolor. Un dolor, cualquier dolor, es como el sonido de la campanilla que llama a la esposa de Dios a la oración. Cuando a parece la sombra de la cruz, el alma se recoge en el tabernáculo de su intimidad y, olvidando el tintineo de la campana te “ve” y te habla. Eres Tú quien vienes a visitarme. Soy yo que te respondo. “Heme aquí, Señor, te quiero, Te he querido”. Y en este encuentro, al alma no siente su dolor, sino que está como embriagada de tu amor, invadida por Ti, embriagada por ti; yo en Ti, Tú en mí, a fin de que seamos uno.

Chiara Lubich

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