Silencio chaminadiano II

La primera dimensión del silencio es cultivar una mirada habitual, casi instintiva a los movimientos internos de uno mismo, a lo que espontáneamente brota de mi interior. Es la capacidad de entrar dentro, es desarrollar la percepción de mi mundo interior, que me permitirá identificar, poner nombre a lo que hay en mí y, de esa manera, avanzar en el conocimiento de mí mismo.
Miguel Angel Cortés

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Silencio chaminadiano I

Como sabéis, el beato Chaminade daba mucha importancia al silencio en la formación de los religiosos, porque para él es un hábito imprescindible en la vida espiritual. Desde su perspectiva, el silencio es mucho más que el simple callar o la ausencia de ruidos. Podemos decir que el silencio es un camino necesario para alcanzar, al menos, tres importantes objetivos: el conocimiento de sí mismo, el dominio de sí, y la atención a la presencia de Dios.
Miguel Angel Cortés, sm

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Platero y yo XIII

Noche pura

 Las almenadas azoteas blancas se cortan secamente sobre el alegre cielo azul, gélido y estrellado. El norte silencioso acaricia, vivo, con su pura agudeza.

Todos creen que tienen frío, y se esconden en las casas y las cierran. Nosotros, Platero, vamos a ir despacio, tú con tu lana y con mi manta, yo con mi alma, por el limpio pueblo solitario.

¡Qué fuerza de adentro me eleva, cual si fuese yo una torre de piedra tosca con remate de plata libre! ¡Mira cuánta estrella! De tantas como son, marean. Se diría el cielo un mundo de niños, que le está rezando a la tierra un encendido rosario de amor ideal.

¡Platero, Platero! ¡Diera yo toda mi vida y anhelara que tú quisieras dar la tuya por la pureza de esta alta noche de enero, sola, clara y dura.

 

Viaje de Ida II

Y por mi parte, me atrevo a añadir que es el viaje que todos, especialmente los religiosos, estamos llamados a hacer: desde el narcisismo al descentramiento de sí, por medio del silencio que nos permita concentrarnos en lo esencial. La verdad es que en la película «Ida» queda patente dónde, o mejor en quién, encuentra la protagonista eso que es esencial para ella, aquello que convierte todo lo demás en secundario y relativo. Por lo demás, el director une perfectamente fondo y forma en esta película: hay poca palabra y mucho silencio que da profundidad a todo lo que viven los personajes, y la imagen es sobria, pero con una sobriedad que es fruto de mucho trabajo, de mucha poda, pues el mismo Pawlikowski dice que ha desechado muchas horas filmadas. El resultado son unas imágenes de una gran belleza y fuerza visual. Toda una parábola de la vida misma: alcanzar la belleza de la sencillez, fruto de un largo trabajo de purificación.»

Miguel Angel Cortés

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Espiritualidad e interioridad

La espiritualidad no consiste en estar en las nubes. Tampoco es algo que está fuera de nosotros. Al contrario: la espiritualidad consiste en vivir la vida desde la propia vocación, no desde la superficie, sino en profundidad. Yo creo que esta es la clave: hoy en día vivimos mucho hacia afuera; hacia todo aquello que nos estimula, sea la radio, la televisión, Internet o tantas ofertas que tiene la sociedad de consumo.

Para nosotros, el peligro es vivir sin interioridad. Y resulta que de donde brota la espiritualidad no es de fuera, sino de dentro, de un manantial interior que André Rochais llamaba “la roca del Ser”. Y tenemos que llegar, precisamente, hasta ahí, como nos dice también el Señor en el Evangelio: “Cerrar la puerta para escuchar en el aposento”. El aposento no se trata de algo exterior, es la vida interior, donde somos auténticamente cada uno de nosotros mismos. Es ahí donde Dios quiere encontrarse con nosotros y donde también nosotros debemos encontrarnos con Él.

Cardenal Rodriguez Madariaga

Ilegal de nacimiento

La indiferencia a cuanto ocurre en las avanzadillas de la Casa Común Europea por parte de unas sociedades adormecidas o anestesiadas por el credo neoliberal del sacrificarse hoy mediante severos ajustes y recortes sociales que conducirán, proclama, a la futura recuperación y abundancia (¡siempre la misma canción!) no es fruto del desconocimiento como lo era aún hace un par de décadas: ahora todo se ve en directo y nadie puede alegar ignorancia. El silencio es complicidad.
 

Los candidatos a inmigrantes subsaharianos desfilan ante mis ojos revestidos de una agreste belleza moral. ¿Puede una persona ser ilegal, me pregunto, por nacer donde ha nacido? Los que trabajan clandestinamente en España lo hacen en condiciones de precariedad porque hay empresas que se valen de su desamparo para enriquecerse al margen de la legalidad. La próspera economía sumergida vive de esa vulnerabilidad. La naturaleza tiene horror al vacío y el trabajo que rehúsan los ciudadanos de Schengen será ocupado por quienes arriesgan su vida para subsistir y ayudar a sus familias. Al acecho del gran salto en los bosques vecinos de la verja o aupados en ella encarnan el derecho elemental a la vida, el pan y la libertad.

¿Qué puede a escritura frente al hambre? Los rostros de los subsaharianos (hay también en los promiscuos centros de acogida mujeres con niños) me interpelan con fuerza muda. Y una vez más, en mi desaliento, recurro como en otros momentos de mi vida a las palabras de Antonin Artaud: “Lo más urgente no me parece tanto defender una cultura cuya existencia no ha salvado nunca al hombre de su aspiración a una vida mejor y del apremio del hambre, como extraer de la llamada cultura unas ideas cuya fuerza sea idéntica a la del hambre”.

Juan Goytisolo

Platero y yo XII

Florecillas
A mi madre.

Cuando murió Mamá Teresa, me dice mi madre, agonizó con un delirio de flores. Por no sé qué asociación, Platero, con las estrellitas de colores de mi sueño de entonces, niño pequeñito, pienso, siempre que lo recuerdo, que las flores de su delirio fueron las verbenas, rosas, azules, moradas.

No veo a Mamá Teresa más que a través de los cristales de colores de la cancela del patio, por los que yo miraba azul o grana la luna y el Sol, inclinada tercamente sobre las macetas celestes o sobre los arrriates blancos. Y la imagen permanece sin volver la cara —porque yo no me acuerdo cómo era—, bajo el sol de la siesta de agosto o bajo las lluviosas tormentas de septiembre.

En su delirio dice mi madre que llamaba a no sé qué jardinero invisible, Platero. El que fuera, debió de llevársela por una vereda de flores, de verbenas, dulcemente. Por ese camino torna ella, en mi memoria, a mí, que la conservo a su gusto en mi sentir amable, aunque fuera del todo de mi corazón, como entre aquellas sedas finas que ella usaba, sembradas todas de flores pequeñitas, hermanas también de los heliotropos caídos del huerto y de las lucecillas fugaces de mis noches de niño.