Evangelizar

«Decidme dónde ha existido una sociedad verdaderamente cristiana. Yo no lo sé. Yo sé de algunos hombres dispersos que han vivido en Cristo, y sé de instituciones originadas en su espíritu; pero de que haya existido una sociedad verdaderamente cristiana, de hombres vivos en Cristo, que haya permanecido, yo no lo sé. Por eso creo que la historia verdadera de la humanidad está aún por empezar. Y que este mundo en que vivimos -o creemos vivir- de Estados y leyes, de socialismos y negocios, y de clases… este mundo yo creo que no es más que una prehistoria de la humanidad: que todavía hemos de empezar a vivir -lo que se llama vivir- y que la vida está todavía oculta en nosotros; y que en cada uno de nosotros está todavía el Hijo de Dios predicando su Evangelio, esforzándose por avivar la chispa de la luz eterna, de la que cada hombre es un sagrario, para incendiar el mundo en la vida que guarda dentro, y consumar así la creación en la tierra»

Joan Maragall,

citado por Francesc Torralba en su libro: Jesucristo 2.0

Saber mirar. Ver (IV)

Queremos ser mirados por Dios

En la Eucaristía de hoy la oración colecta (semana XXIV) dice: «Dios nuestro, creador y dueño de todas las cosas, míranos; y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón.»

Queremos que Dios nos haga ver. Por eso una de las peticiones de laudes de hoy era: «Abre nuestro ojos, y los de nuestros hermanos, para que sepamos contemplar las maravillas de tu creación»

Ser mirado. Ver. Desde Dios.

(Ilustración de Brian Selznick en su libro Maravillas, ed.SM)

 

 

Al este del edén (III)

«Un niño preguntaría: “¿De qué trata la historia del mundo?” Y un adulto preguntaría: “¿Hacia dónde va el mundo? ¿Cuál será su fin, y, mientras estamos en él, qué pasa?”

Creo que hay una sola historia en el mundo que ha conseguido espantarnos e inspirarnos de tal modo que vivimos en una película de episodios a lo Pearl White, en la que se suceden alternativamente la reflexión y el asombro. Los humanos están atrapados – en sus vidas, en sus pensamientos, en sus anhelos y ambiciones, en su avaricia y crueldad, y también en su bondad y generosidad – en una red entretejida de bien y mal. Yo creo que esta es nuestra única historia y que tiene lugar en todos los niveles del sentimiento y de la inteligencia. La virtud y el vicio forman la urdimbre y la trama de nuestra primera codicia, y serán también la factoría de la última, y ello a pesar de los cambios que podamos imponer en las tierras, ríos y montañas, en la economía y en las costumbres. No hay otra historia. Un hombre, después de barrer el polvo y las astillas de su vida, tiene que enfrentarse tan solo con estas duras y escuetas preguntas: ¿Fue mi vida mala o buena? ¿He hecho bien o mal?

(…) Sólo tenemos una historia. Todas las novelas, la poesía entera, están edificadas sobre la lucha interminable entre el bien y el mal que tiene lugar en nuestro interior. Y también pienso que el mal debe engendrarse a sí mismo constantemente, mientras que el bien, la virtud, son inmortales. El vicio muestra siempre un rostro juvenil, mientras que la virtud es más venerable que ninguna otra cosa en el mundo.»

John Steinbeck

Lecturas para verano I

 

 Muchas personas en nuestra sociedad llevan a cabo dietas de adelgazamiento, se apuntan a un gimnasio, programan un fin de semana en un balneario o simplemente realizan ejercicios físicos cada día. Con todo ello pretenden conseguir un mejor tono vital, purificar su cuerpo y su mente para sentirse mejor.

¿Y si fuéramos capaces de purificarnos también de las toxinas espirituales, es decir, de todos esos hábitos, recuerdos indeseados, tentaciones y distracciones, que nos impiden disfrutar de la vida como verdaderos seguidores de Jesús y personas felices e integradas espiritualmente?

Un capítulo para ver de qué va este libro

 

Lecturas para verano I

Es tiempo de verano, tiempo de lectura. En medio de la amplia oferta editorial, sin embargo, escasean las propuestas que, sin ser explícitamente religiosas, nos muestren a seres verdaderamente humanos, abiertos al misterio de la existencia y a lo trascendente.

El festín de la muerte ( Editorial SM), de Jesús Díez de Palma , Premio Gran Angular de este año, es una excelente novela que podemos entroncar en este tipo de literatura. A través de la historia coral de decenas de personajes, vemos las múltiples caras de la guerra y, especialmente, a los protagonistas anónimos de la contienda.Vemos el rostro de la humanidad.

Lo único bueno de las guerras es que teminan, dice uno de los protagonistas.

Descubrir la verdad del hombre: el amor

A pesar del creciente neopaganismo y del hedonismo envolvente en torno a la verdad sobre el amor conyugal y la familia, se está librando una batalla en cuyo fondo está nada más ni nada menos que la dignidad del ser humano.

Una cultura que no acepta la transcendencia se convierte en una civilización  en la que los seres humanos no cuentan como personas, sino como cosas. La batalla que se libra es poner de manifiesto la verdad del hombre: qué es y en qué consiste el ser humano y qué significa realmente amar.

Conocer la verdad resulta decisivo. Si todo es relativo, nada es bueno ni malo en sí mismo, todo depende y, por ello, se produce una suspensión en el juicio sobre la realidad. Se llega a conceder tanta importancia a la tolerancia y al pluralismo que se exige a los cristianos que ejerzan su vida y su profesión sin referencia a sus convicciones religiosas o morales. Esto llevado al campo de la vida conyugal deja un regusto light: todo se hace sin creencias firmes y en esa atmósfera es difícil entender la grandeza del amor de la pareja, así como sus exigencias

Enrique Rojas, el amor: la gran oportunidad

Necesitamos la transcendencia

Cuando se excluye a Dios del horizonte humano, la vida se siente más amenazada, pues faltan argumentos sólidos y puntos de referencia…Si no existe este sentido sobrenatural, ¿por qué no cambiar de pareja cuando algo falla y cambiarla por otra (y así hasta que el tema funcione)? Esta forma de pensar  está centrada en el hedonismo y la permisividad. Sus hijos más inmediatos van a ser el consumismo y el relativismo.

Esta tetralogía (hedonismo-consumismo-permisividad-relativismo) da como resultado un ser humano sin referente ni remitente: que no sabe de dónde viene ni adonde va

Enrique Rojas, el  Amor: la gran oportunidad

¿En nombre de qué decir hoy que el estado no es Dios, ni la raza, ni el dinero, ni el sexo?

Hablando sobre la Trinidad Bezançon reflexiona sobre el valor y la importancia de creer en un solo Dios y se pregunta ¿Creen de veras los cristianos en un solo Dios?

Lo que en el monoteísmo hay de subversivo y liberador no está tanto en lo que dice de Dios, de un Dios tan imposible de captar, sino en lo que niega de los falsos absolutos. ¿En nombre de qué decir hoy que el estado no es Dios, ni la raza, ni el dinero, ni el sexo? Solo puede decirse esto en nombre del rechazo de la divinización de todo lo que es relativo. Decir que solo Dios es Dios, aun cuando en definitiva no se sepa nada de Dios, es decir que el hombre es libre de toda opresión. Se comprende que muchos totalitarismos se hayan preocupado por ello, apelando a dos tácticas posibles: la persecución (como en el nazismo y el imperio romano) o la confiscación de la idea de Dios en una religión o estado.
Por tanto, tenemos derecho a soñar que algún día, más pronto o más tarde, todos los creyentes monoteístas, judíos, cristianos y musulmanes, encontrarán la ocasión de hablar con una sola voz, a propósito de las grandes cuestiones que agitan a nuestra sociedad, para denunciar los ídolos, los falsos absolutos. Cuando están en juego el respeto a la vida y a la dignidad humana, la acogida del extranjero o el rechazo de la tortura, sería importante que recordaran y dijeran todos juntos que nada, ni estado, ni la nación, ni la raza, ni el progreso, ni la lucha de clases, ni la seguridad, pueden erigirse en absolutos. Si se tiene además cuidado de que las religiones mismas no se constituyan en absolutas y en jueces universales, como han hecho tantas veces, podría darse aquí una misión de vigilancia profética: siguiendo a los grandes profetas de la Biblia, denunciar vigorosamente los ídolos que el hombre se fabrica constantemente para dominar mejor a sus semejantes.

Fragmento del libro «Dios no es un ser solitario. La Trinidad en la vida de los cristianos». De Jean-Nöel Bezançon

Orantes X

 


Orantes que nos ayudan a orar.

¿Cómo podemos acceder a esta ayuda en nuestro camino de oración?

José María Salaverri acaba de publicar en PPC un extraordinario libro, Orar con los santos de nuestro tiempo. José María nos ofrece el retrato de hombres y mujeres,  religiosos y seglares, niños,  jóvenes y mayores, de países, procedencias y profesiones diversas ( entre ellos hay nada menos que seis políticos muy famosos)

Es una semblanza de 53 santos de nuestro tiempo. La vida, obra y mensaje de estos hombres y mujeres se ha convertido en  modelo para despertar en nosotros el santo dormido que llevamos dentro. Ellos nos enseñan a orar y nos invitan a ser igualmente fieles al evangelio de Jesús, a encontrarnos con su persona y vivir estrechamente unidos a El.

Isabel de la Trinidad, Pier Giorgo Frassti,  Teresa de los Andes, Carlos I de Austria, Leon Dehon,  Victora Díez, Antonio Gaudí, Rafael Arnáiz, Hernri Bergson, Edith Stein, Edel Mary Quinn, Alberto Hurtado, Alcide ed gaspari, Juana Bertta, Robert Schuman, Madeleine Delbrel, Juan XXIII, Lolo, Maravillas de Jesús, Oscar Romero, Balduino I, Julius Nyerere, Fco Javier Nguyen Van Thuan, Juan Pablo II, hermano Roger de Taizé y Chiara Lubich entre otros.

El libro está estructurado en capítulos muy ágiles y con muchas ilustraciones, como si fuese una guía en el camino de la oración y la santidad. De cada  personaje se nos presenta su carnet de identidad y algunos aspectos más destacables de su vida. Podemos acercarnos a un momento especial de relación con Dios y su Gracia, leer pensamientos suyos y rezar con él. Y finalmente preguntarme cómo vivo yo alguno de los aspectos reseñados. Es un libro lleno que nos lleva, lleno de pedagogía, pr los caminos de la oración con otros orantes.

El arzobispo de Valencia, Monseñor Carlos Osoro,  le escribe al autor:

he podido leer el libro con entusiasmo, para mí ha sido una delicia y creo que también lo será para tantos jóvenes que lo lean, y a quienes habrá de hacérselo llegar de alguna manera.  Me ha gustado mucho que sean santos del siglo XX, y que lleguen asi hasta nuestros días, pues ciertamente nos interpelan y nos hacen descubrir que la santidad no es cuestión de siglos pasados, sino de este momento.