Encarnación y silencio III

El activismo nos lleva a movernos continuamente, nos impide estar tranquilos, escuchar el silencio  a través del cual el Señor se nos comunica con su voz discreta. María, en la Anunciación, estaba absolutamente recogida y por eso abierta a la escucha de Dios. En ella no hay ningún obstáculo, ningún filtro que la separe de Dios. Ese es el significado de su ser Inmaculada, sin pecado original.»

Benedicto XVI, homenaje a la Inmaculada, Roma 8 diciembre 2012

Shissssss

Encarnación y silencio II

por debajo de lo dicho discurría un caudal subterráneo que es el rumor que le avisa a uno de que la literatura se escribe callando no menos que contando, y que más allá de lo que vemos y escuchamos y de lo que descubrimos en momentos singulares de lucidez o perspicacia hay cosas que no sabremos nunca, espacios en blanco a los que no llegan el conocimiento ni el recuerdo » Antonio Muñoz Molina.

Tres lecturas de esta literatura silenciosa, de esta palabra que no llega a pronunciarse, del espacio en blanco lleno de luz en su vacío cósmico:

San Juan de la Cruz decía en silencio, «callad y obrar», y nos empuja al abismo de un «no se qué que queda balbuciendo».

El salmo 18  nos muestra cómo «el cielo proclama la gloria de Dios», tan sencillamente, «sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje».

En medio del silencio el verbo se encarnó.

Firma autógrafa de Fray Juan de la Cruz

Encarnación y silencio

Nos llama la atención, y nos hace reflexionar, el hecho de que en ese momento decisivo para la historia de la humanidad, la Encarnación, el momento en el que Dios se hace hombre, se ve envuelto en un gran silencio. El encuentro entre el mensajero de Dios y la Virgen Inmaculada pasa totalmente desapercibido. Ninguno lo conoce, nadie habla de él. Es un acontecimiento que, si sucediera hoy, no sería publicado en ningún periódico, en ninguna revista, porque que un misterio que sucede en el silencio.

Benedicto XVI, Homenaje a  la Inmaculada,Plaz de españa,  Roma 8 diciembre de 2012

En medio de tanta información como nos llega a través de la red, ¿qué nos llega? ¿de qué nos habla? ¿en qué entretenemos nuestro discurrir?

“La anunciación hecha a María” de Paul Claudel

Belleza V

Y aún ahora no hay nada más dulce que fijar la mirada de nuestro espíritu sobre El para contemplar y representarse su inexpresable y divina belleza; no hay nada más dulce que estar iluminados y embellecidos por esta participación y comunión con su luz, tener el corazón pacificado, el alma santificada, y estar llenos de esta alegría divina todos los días de la vida presente”

San Gregorio de Agrigento

y en esa dulzura mecerse, arrullado como un pichón.

Belleza IV

El que cree en Dios, en el Dios que precisamente en las apariencias alteradas de Cristo crucificado se
manifestó como amor hasta el extremo (Jn 13, 1), sabe que la belleza es verdad y que la verdad es belleza, pero en el
Cristo sufriente aprende que la belleza de la verdad incluye la ofensa, el dolor e incluso el oscuro misterio de la
muerte, y que sólo se puede encontrar la belleza aceptando el dolor y no ignorándolo»: J. RATZINGER, “La belleza es
bondad. Mensaje para el Meeting de Rímini 2002

Belleza III

«Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire que se dilata y se
difunde, interroga a la belleza del cielo… interroga a todas estas realidades. Todas te responden: Ve, nosotras somos
bellas. Su belleza es una profesión (confessio). Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma
Belleza (Pulcher), no sujeta a cambio?»: SAN AGUSTÍN DE HIPONA, Serm. 241, 2

Belleza I

La belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente. Es una invitación a gustar la vida y a soñar el
futuro. Por eso la belleza de las cosas creadas no puede saciar del todo y suscita esa arcana nostalgia de Dios que un
enamorado de la belleza como san Agustín ha sabido interpretar de manera inigualable: “¡Tarde te amé, belleza tan
antigua y tan nueva, tarde te amé!”»

JUAN PABLO II, Carta a los artistas

 

La flor y el canto II

Flor y canto ( dos palabras para expresar una idea azteca, al uso de los indígenas) da significado a la vida, puesto que es la manera de pensar, vivir y morir. Agrada al dador de la Vida quien viene a vivir en nuestros corazones conforme poseemos la verdad. Cuando los eres humanos ofrecen sus flores que cantan y sus cantos que florecen, cuando crean expresiones artísticas desde su verdad más profunda,

el dador de la vida «se divierte y ríe»

La divinidad escucha cuando «clamamos desde lo más profundo de nuestro ser» y bendice nuestros esfuerzos por expresarnos»

Rosa María Icaza

La flor y el canto

Entre los pueblos indígenas, la relación de los seres humanos con la divinidad era una verdad que palpitaba en su ser. Su deseo de conocer y expresar la verdad era un anhelo real en su vida. Sentían que solo por medio de la flor y el canto podían expresar la verdad, pues ese era el camino al «Dador de la Vida».

Para los aztecas la flor de la canción era el fruto de una expereincia interior auténtica, y surgía desde adentro, desde el hogar de Dios. Es el único modo de comunicar nuestro propio ser con el Dador de la Vida, que habita en nuestros corazones.

Rosa María Icaza.

Acción de gracias

La acción de gracias debe ocupar un sitio importante en nuestra oración, la palabra «gracias» debe estar al inicio de todas nuestras oraciones, porque la bondad de Dios precede todos nuestros actos, envuelve todos los instantes de nuestra vida.

Beato Carlos de Foucauld

Padre, me pongo en tus manos, sea lo que sea, te doy las gracias.

Experiencia de lo eterno

Esa noche, después de cenar, salí a pasear con algunos amigos por ese bosque al que amábamos. Estaba oscuro. Caminábamos. Poco a poco, las risas se apagaron; las palabras escaseaban. Quedaba la amistad, la confianza, la presencia compartida, la dulzura de esa noche y de todo… No pensaba en nada. Miraba. Escuchaba. Rodeado por la oscuridad del sotobosque. La asombrosa luminosidad del cielo. El silencio ruidoso del bosque: algunos crujidos de las ramas, algunos gritos de los animales, el ruido más sordo de nuestros pasos… Todo eso hacía que el silencio fuera más audible.

Y de pronto… ¿Qué? ¡Nada! Es decir, ¡todo! Ningún discurso. Ningún sentido. Ninguna interrogación. Sólo una sorpresa. Sólo una evidencia. Sólo una felicidad que parecía infinita. Sólo una paz que parecía eterna. El cielo estrellado sobre mi cabeza, inmenso, insondable, luminoso, y ninguna otra cosa en mí que ese cielo, del que yo formaba parte; ninguna otra cosa en mí que ese silencio, que esa luz, como una vibración feliz, como una alegría sin sujeto, sin objeto (sin otro objeto que todo, sin otro sujeto que ella misma), ¡ninguna otra cosa en mí, en la noche oscura, que la presencia deslumbrante de todo!

Paz. Una paz inmensa. Simplicidad. Serenidad. Alegría. Estas dos últimas palabras podrían parecer contradictorias, pero no se trata de palabras: era una experiencia, un silencio, una armonía. Formaba como un calderón, pero eterno, sobre un acorde perfectamente afinado, que era el mundo.

Me sentía bien. ¡Sorprendentemente bien! Tan bien que no sentía la necesidad de decírmelo, ni siquiera el deseo de que no se terminara. Ya no había palabras, ni carencia ni espera: puro presente de la presencia. Apenas puedo decir que paseara: sólo estaba el paseo, el bosque, las estrellas, nuestro grupo de amigos…

Ya no había ego, ni separación ni representación: únicamente la presentación silenciosa de todo. Ya no había juicios de valor: tan sólo lo real. Ya no había tiempo: tan sólo el presente. Ya no había la nada: tan sólo el ser. Ya no había insatisfacción, ni odio, ni miedo, ni cólera ni angustia: únicamente alegría y paz. Ya no había comedida, ni ilusiones ni mentiras: tan sólo la verdad que me contiene y a la que yo no contengo.

Todo eso duró apenas algunos segundos. A la vez, me sentía agitado y reconciliado, agitado y más tranquilo que nunca. Desasimiento. Libertad. Necesidad. El universo al fin devuelto a sí mismo. ¿Finito? ¿Infinito? No se plantea la pregunta. Ya no había preguntas. ¿Cómo se les podría dar respuesta? Sólo había la evidencia. Sólo había el silencio. Sólo había la verdad, pero sin frases. Sólo el mundo, pero sin significación ni meta. Sólo la inmanencia, pero sin contrario. Sólo lo real, pero sin otro. N fe. Ni esperanza. Ni promesa. Sólo había todo, y la belleza de todo, y la verdad de todo, y la presencia de todo.»

André Comte-Sponville

La cita es larga y probablemente pocos lectores han llegado hasta el final.

Sin soledad para ser tiempo, sin silencio para que se remansen las palabras, sin posibilidad de contemplar una pantalla de ordenador más de un flash efímero..

¿cómo vamos a ahacer experiencia del eterno, de la palabra, de que nos deja entrever en todo su visión?