Tercer grado de humildad. Oblación. Ejercicios San Ignacio III

Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación, con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad, y delante vuestra Madre gloriosa, y de todos los sanctos y sanctas de la corte celestial,

que yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como spiritual, queriéndome vuestra sanctísima majestad elegir y rescibir en tal vida y estado. San Ignacio, Ejercicios Espirituales, [98]

Repetir esta oración: yo quiero y deseo y es mi determinación deliberada. Y así hacerme uno en Cristo Jesús.

Testigos de la fe

En este recién comenzado Año de la Fe, que mejor que volver a recordar las palabras que Benedicto XVI dijo en la Homilía de la Eucaristía final de la JMJ Madrid 2011. Qué mejor momento para releerlas y empapanarnos del ánimo y las palabras del santo padre, que nos anima a no tener miedo de anunciar a Jesucristo, a ser testigos fieles y llevar el Evangelio a todos los lugares.

No os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe. Necesita ciertamente a Dios. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

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Contemplación para alcanzar amor. Ejercicios San Ignacio II

Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta. San Ignacio, Ejercicios [234]

BUena oración para ofrecerse a Dios, para reconocer que todo lo recibimos de él, para reconocer- y pedir- lo más esencial: su amor y gracia.

Consolacion sin causa aparente. Ejercicios de San Ignacio I

sólo es de Dios nuestro Señor dar consolación a la ánima sin causa precedente; porque es propio del Criador entrar, salir, hacer moción en ella, trayéndola toda en amor de la su divina majestad. Digo sin causa, sin ningún previo sentimiento o conoscimiento de algún obiecto, por el qual venga la tal consolación mediante sus actos de entendimiento y voluntad (San Ignacio, Ejercicios [330]

 
Y así es esta consolación, que produce en el alma tanto bien, tanta paz, tanto amor a Dios nuestro Señor, tanta belleza y verdad, que el que la experimenta -aunque no sepa cómo- no puede dudar que procede de aquél que es sumo bien y quiere regalar el alma con sus dones inesperados: trayéndole en amor. Para alabanza de su gloria.

 

Joven rico, huésped del alma, darse del todo

Tres citas unidas: una del evangelio, otra de una amiga sobre la presencia de Dios en la oración, la tercera de Santa Teresa, que me regaló en su día.

Evangelio

Jesús se le miró y le amó. Le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme»

Huésped del alma

«uno/a siempre quiere más y cuanto más tienes más te abrasas por no tenerlo»

 

Santa Teresa

Dios habló con Santa Teresa y se regaló con ella, como corresponde a quien «toma lo que le damos, mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo». Y como Santa Teresa se dio del todo, dejando que el «fuerte huracán» del Espíritu empujase la navecilla de su alma a la santidad, pudo entablar íntimo coloquio con su esposo divino.

Y curiosamente, las tres citas unidas, se iluminan, y se abren a varias lecturas.

Henchida de Dios. Amor que revienta: Teresa de Jesús

Solo quien vivió a la vez entre ángeles y entre pucheros puede escribir con ese estilo que habla sin afectación ni ampulosidad de las cosas más elevadas; y que de las cosas más insignificantes habla con gozo, porque quien ama a Dios sobre todas las cosas ama también todas las cosas, sabiendo que en ellas está Dios presente(…)porque en todo lo que hacía y decía, en todo lo que pensaba y escribía hay un amor que le revienta las costuras del corazón, que traspasa cada célula de su cuerpo, que incendia con un ardor nuevo las rutinas más triviales. Santa Teresa está henchida y restallante de Dios, como las sábanas que se cuelgan del tendedero están henchidas y restallantes del aire de la mañana; y acercarse a ella es como anegarse en Dios mismo, en un Dios humanado y matinal, amoroso y trémulo como un cachorro.

Juan Manuel ed Prada, La hermosura misma, ABC 15.X.12

 

Saber mirar. Ver (VIII) Santa Teresa

El místico, cuando trata de describir sus experiencias más inefables, recurre al simbolismo, rompiendo los moldes que impone la lógica racional; el simbolismo de Santa Teresa nace, en cambio, de la observación cotidiana. El paisaje –no el paisaje artificioso y tópico propio de la literatura renacentista, sino el paisaje áspero y enjuto de Castilla– se convierte en alegoría de su aventura espiritual: los huertos rozagantes de verduras, refrescados por un pozo absorto, se convierten en refugios para la oración; las fuentes que surgen en el camino evocan la única agua que calma la sed; una liebre que brinca entre las matas o un gamo que busca un hontanar son vislumbres del alma en estado de gracia; un jabalí que hociquea furioso la tierra ilustra la desazón del pecado; los castillos amurallados y las torres vigía inspiran un vertical sentido de trascendencia. Y todo este rico simbolismo está expuesto con una simplicidad y llaneza en verdad milagrosas, con un estilo que Santa Teresa calificaba humildemente de «grosero y desconcertado» y que, en realidad, es la expresión más depurada, graciosa y elegante de nuestra bendita lengua; un estilo que pone a Dios ante los ojos del alma.

Juan Manuel de Prada, La hermosura misma, ABC 15.X.12

Apotegmas. El pecado y la gran obra del ser humano

El patriarca Antonio le dijo al patriarca Poimén: “Esta es la gran obra del ser humano: presentar ante el rostro de Dios su pecado y esperar la tentación hasta el último aliento”

Apo 4 [Alf, Antonio 4]

Un hermano preguntó al hermano Agatón acerca de la fornicación. Este le dijo: “Ve, arroja tu incapacidad ante Dios y encontrarás descanso”

Apo 103 [Alf, Agatón 21]
“El camino a través del desierto. 40 dichos de los padres del desierto” Anselm Grün

Ayer el joven rico preguntaba qué había de hacer de bueno para obtener la vida eterna ansioso por decirle a Jesús todos los preceptos que cumplía, y eso me conecta muy bien con estos dos apotegmas que nos recuerdan que lo bueno lo hace Dios, y que lo mejor que podemos hacer nosotros es reconocer humildemente nuestra debilidad y prepararnos para resistir ante la siguiente tentación sin creernos capaces por nuestras solas fuerzas mediante el cumplimiento de la ley, de llegar a Dios. El mero cumplimiento orgulloso nos puede hacer olvidar nuestra debilidad y convertirnos en blanco fácil para la tentación de prescindir de Dios.