Silencio II

No podemos encontrar a Dios en medio del ruido, la agitación.

Fijémonos en la naturaleza: los árboles, las flores, la hierba de los campos, crecen en silencio; las estrellas, la luna, el sol, se mueven en silencio. Lo esencial no es lo que podamos decir a Dios, sino lo que Él nos dice, y lo que dice a los demás a través de nosotros.

En el silencio Él nos escucha; en el silencio, habla a nuestras almas.

En el silencio nos concede el privilegio de oír su voz:

Silencio de nuestros ojos.
Silencio de nuestros oídos.
Silencio de nuestras bocas.
Silencio de nuestros espíritus.

En el silencio del corazón, Dios hablará».

Beata Teresa de Calculta

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Silencio

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Los contemplativos de todos los tiempos y de todas las religiones han buscado siempre a Dios, la soledad de los desiertos, de los bosques, de los montes. Jesús mismo vivió cuarenta días en perfecta soledad, pasando laras horas hablando de corazón en a corazón con el Padre, en el silencio de la noche.
También nosotros estamos llamados a retirarnos, de manera intermitente, en un profundo silencio, en la soledad con Dios. Estar a solas con él, no con nuestros libros, con nuestros pensamientos, nuestros recuerdos, sinmo en una perfecta desnudez interior: permanecer en su presencia, de forma silenciosa, vacíos, inmóviles, en actitud de espera»

Beata Teresa de Calcuta

¡Ánimo!

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pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. A ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo con el bien. La Iglesia los acompaña ofreciéndoles el don precioso de la fe, de Jesucristo, que ha «venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10)”.
Francisco

Dulce Nombre de María

Hoy, fiesta patronal de la Compañía de María (marianistas), os invitamos a rezar la oración a la Virgen con la que finaliza la encíclica Lumen Fidei, de Francisco

¡Madre, ayuda nuestra fe!

Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.

Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.

Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.

Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.

Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.

Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.

Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.

Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.

Poner fe, poner esperanza, poner amor

La cruz de la Jornada Mundial de la Juventud ha gritado estas palabras a lo largo de su peregrinación por Brasil.
¿Qué significa “Poné fe”? Cuando se prepara un buen plato y ves que falta la sal, “pones” sal; si falta el aceite, “pones” aceite… “Poné”, es decir, añadir, echar.
Lo mismo pasa en nuestra vida, queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes:

“Poné fe” y tu vida tendrá un sabor nuevo, la vida tendrá una brújula que te indicará la dirección; “Poné esperanza” y cada día de tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; “poné amor” y tu existencia será como una casa construida sobre la roca, tu camino será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan contigo. ¡ Poné fe, poné esperanza, poné!

Francisco

Simplicidad. Noche con el amado

El hombre se realiza sólo en la simplicidad. Tantas más cosas poseamos y tantas más experiencias acumulemos, más difícil y tortuosa será nuestra realización. Por eso, tras emprender un viaje o leer un libro, pero también antes, deberíamos orar y ayunar. Tras una conversación y antes, tras la acometida de un trabajo –pero también antes–, tras una noche con el ser amado –y antes– se debería orar y ayunar. Tanto más se debería orar y ayunar cuanto más importante sea para nosotros lo que hayamos proyectado realizar a continuación»

Pablo D’Ors, El olvido de sí
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Silencio y sobriedad

El silencio y la sobriedad, que es tanto como decir la oración y el ayuno, es lo que más le conviene al hombre para llegar a encontrarse consigo mismo. Sin embargo, hay algo en nosotros que nos impulsa a buscar la plenitud exactamente por el camino contrario. De este modo, en lugar de fijar nuestras residencias en lugares silenciosos, por ejemplo, nos instalamos en las poblaciones más ruidosas y nos aturdimos con toda clase de sonidos. De igual manera, en vez de ser sobrios o moderados, nos arrojamos ávidamente a todo tipo de alimentos y bebidas, objetos y sustancias con que aturdir nuestros sentidos y confundir nuestro espíritu.

Pablo D’Ors, El olvido de sí
Colombia Mexixo nov 2011 246

Ora y ayuna

Cuando alguien me pregunta qué debe hacer para encontrarse con Dios, mi respuesta es siempre la misma: ora, ayuna; y no me limito a decírselo, sino que oro y ayuno con él, pues rara vez llegará a hacerlo si al principio no se le acompaña.

Jamás debe decirse a nadie que ore o ayune si no se está en disposición de orar y ayunar a su lado. Es más: decirlo sin hacerlo puede llegar a ser perjudicial.

Si ha orado y ayunado, no hay hombre o mujer en el mundo a quien Dios no se le revele; y reto a cualquiera que realmente lo haya hecho a que diga lo contrario. Dios no se resiste a quien se pone en esta disposición. El problema nunca es que Dios se resista, sino por qué se resiste el hombre a descubrirle o, lo que es lo mismo, por qué desdeña el ayuno y la oración.»

Pablo D’Ors, El olvido de sí