«Aunque para los profanos en la materia pueda resultar asombroso, en la teología actual existe una doble prohibición en lo que atañe a Jesús. La primera prohibición la decretan los exegetas histórico-críticos, que empequeñecen a Jesús; la segunda los ideólogos y charlatanes, que los siguen de cerca y cargan a “Jesús” con significados que a él probablemente le habrían sorprendido, pues lo instrumentalizan con intención política o lo reinterpretan como esfinge psicológica.
Por “empequeñecimiento por medio de la crítica histórica” quiero decir lo siguiente: algunos investigadores extrajeron su imagen de Jesús exclusivamente de una parte de los tres primeros evangelios, esto es Mateo, Marcos y Lucas; no tuvieron en cuenta el evangelio de Juan. Luego, cuestionaron la autenticidad de muchos otros dichos de Jesús. No vacilaron en calificar de legendarios textos que podían causar una penosa impresión a sus contemporáneos ilustrados, ni en responsabilizar a la comunidad pospascual de haber convertido a Jesús en una suerte de Dios. Lo cual empequeñeció a Jesús: un hombre corriente que dijo e hizo menos de lo que el Nuevo Testamento le atribuye».
Algunos libros son como una fuente de agua fresca después de una empinada cuesta en un día soleado. Klaus Berger, prestigioso exegeta, propone «otra» aproximación a Jesús, la del discípulo, cuya razón es más amplia, y diría yo más aguda, que la razón científica. En palabras de Max Scheler: «sólo uno tiene acceso al núcleo de la persona de Jesús: el discípulo».
(Un magnífico artículo introductorio al libro lo escribió Dolores Aleixandre en Vida Nueva con el título: «Acercarse a Jesús desde el corazón”).