Los que me conocen saben que soy una enamorada de Taizé por lo que ese lugar ha significado para mí en muchos momentos de mi vida. He encontrado un artículo que lo describe increiblemente bien, y no he podido resistirme a compartirlo.
SÍLABAS
Taizé: dos sílabas muy breves, escuetas, que se pronuncian con rapidez, como en un chasquido, como una puntuación vibrante. Un nombre para condensar lo esencial, que recoge lo indecible. Taizé para callar y Taizé para decir. Taizé para venir, por miles, decenas de miles, centenas de miles, después de casi dos buenos tercios de un siglo. Taizé para volver cargados de lo invisible. Taizé para las generaciones. Lejos de Taizé, éste queda siempre en aquellos que pasaron por allí. Momentos de luz; silencios que uno jamás pensaba poder alcanzar; las huellas de amistades anónimas; miradas que casi nos parecen demasiado claras como para ser humanas; innumerables rostros, a menudo juveniles; remordimientos también por poseer tanto y por haber desatendido, a menudo, el sentido de la vida. Las huellas dejadas por otros y por sí mismo.
Todos tenemos Taizé en el fondo de nuestros corazones. Todos tenemos, en los registros tortuosos de nuestros recuerdos, etapas en Taizé en momentos diferentes, que se superponen en nuestra memoria. Los caminos sinuosos de la espléndida Borgoña, la luz dorada de las colinas al final del verano, cuando la naturaleza ansía las lluvias que se hacen tardar, las casas de piedra que parecen llevar ahí toda una eternidad, las campanas que, en vez de romper el silencio, lo intensifican sin molestar. Acogida, servicio, cantos conocidos y reconocidos, iconos, la paz colorida de la iglesia de la Reconciliación.
Quienquiera que haya pasado una jornada en Taizé, ha pensado que debería volver. Y quienquiera que se haya dicho esto a sí mismo y no lo haya realizado, sabe, y no lo olvida jamás, que Taizé existe, que Taizé está ahí, apartado de la gran agitación de nuestros tiempos, disponible, como de guardia en esta tierra. Luz continua sobre el océano de una humanidad agitada, perturbador. Vigilia en la noche de noticias y tragedias colectivas personales. Estrés, ambiciones, disputas, batallas por un motivo u otro, la obsesión por el dinero y el poder, avatares del sentimiento, las oscilaciones en las relaciones afectivas, la superficialidad de las modas y el vacío de los «discursos mediáticos»: todo lo que se trajina lejos de Taizé, todo esto que hace ruido y hace furor lejos de esta colina ahora sagrada y que, en ella, pierde toda su importancia.
¿Reconciliación? Sí, pero primero de todo, reconciliación consigo mismo. En todo caso, con esa parte de nosotros que, oportunamente, cuando las tempestades amenazan nuestras vidas, nos dice: ya basta, un poco de silencio, escucha “lo que te habla” en el silencio. Escucha a quien te habla.
Bruno Frappat- Vía Taizé