Transfigurada

Todo me sabe a fresco, todo me sabe a nuevo, me lleno de Jesús y lo doy a los demás sin mayor ciencia»

Esto lo dice una paisana de San Juan de Ávila, doctor de la Iglesia, de Almodóvar del Campo.  Es una buena descripción del apóstol manchego, llamado de Andalucía. Hoy celebramos su fiesta y la de todo el clero español. Pastores con olor a oveja.

Apotegmas. El diálogo de los sentimientos

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Cuando nos veamos tentados por la acedia, entonces, con lágrimas, dividamos nuestra alma en dos partes: una parte que consuela y otra que es consolada. Así, sembramos en nosotros mismos, semillas de una esperanza inquebrantable cuando cantamos con el rey David: «¿Por qué te entristeces, alma mía, y por qué te me turbas? Espera en Dios porque le alabaré; salud de mi rostro, Dios mío».

Tratado práctico 27
“El camino a través del desierto. 40 dichos de los padres del desierto” Anselm Grün

Si quieres, puedes convertirte en tu propio consuelo y sino, puedes seguir sufriendo, lo que tú prefieras. Generalmente, cuando estamos mal, nos decimos a nosotros mismos lo mal que estamos y lo reforzamos generando un círculo de malestar. ¿Por qué no romper el monólogo con un diálogo donde uno de los interlocutores sea positivo y nos recuerde que esa situación también la superaremos como hemos hecho con todas las demás de nuestra vida?.

Apotegmas. Examinar los pensamientos

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Sé el portero de tu corazón y no dejes que entre ningún pensamiento sin someterlo a escrutinio. Interroga a cada uno de los pensamientos por separado, preguntándole: «¿Eres uno de los nuestros o te cuentas entre los enemigos?». Y si pertenece a la casa te llenará de paz. Pero si es del enemigo, te confundirá con la ira o te excitará por medio de algún deseo.

Carta 11
“El camino a través del desierto. 40 dichos de los padres del desierto” Anselm Grün

¿Eres libre? Entonces elige qué quieres que entre en tu vida y la afecte ¿qué pensamientos quieres, los que te dan paz o los que te perturban?

Demostremos que somos libres eligiendo lo que me hace bien y rechazando lo que me hace mal.

La elección repetida de algo malo puede convertirlo en adicción y hacer que perdamos la libertad de seguir eligiendo y nos volvamos esclavos. Somos lo que elegimos.

Estar en la muerte

Simplemente estar a su lado es lo último que se puede hacer por un enfermo; es lo más inútil probablemente, pero también lo más esencial. Estar: no perderse ese momento, que es el del misterio. No dejar a nadie a solas con la muerte, pues ya la muerte es la experiencia de la máxima soledad.

Pablo D’Ors, Olvido de sí, (biografía del beato Charles de Foucauld)

Iglesia y futuro III

Seewald: Hace muchos años, usted hablaba en términos proféticos sobre la Iglesia del futuro: la Iglesia —decía entonces— «se reducirá en sus dimensiones, hará falta recomenzar de nuevo. Pero de esta prueba saldrá una Iglesia que habrá sacado una gran fuerza del proceso de simplificación que habrá atravesado, de la renovada capacidad para mirar dentro de sí misma». ¿Cuál es la perspectiva que nos espera en Europa?

 

Card. Ratzinger: Para empezar, la Iglesia «se reducirá numéricamente». Cuando hice esta afirmación, me llovieron de todas las partes reproches de pesimismo. Y hoy […] cada vez son más los que admiten la disminución del porcentaje de los cristianos bautizados en la Europa actual: en una ciudad como Magdeburgo el porcentaje de los cristianos es tan sólo del 8% de la población total, incluyendo todas las confesiones cristianas. Los datos estadísticos muestran tendencias irrefutables. En este sentido se reduce la posibilidad de identificación entre pueblo e Iglesia en determinadas áreas culturales. Debemos tomar nota con sencillez y realismo. La Iglesia de masa puede ser algo muy bonito, pero no es necesariamente la única modalidad de ser de la Iglesia.

La Iglesia de los primeros tres siglos era pequeña, sin por esto ser una comunidad sectaria. Por el contrario, no estaba cerrada en sí misma, sino que sentía una gran responsabilidad respecto a los pobres, los enfermos, respecto a todos. En su seno encontraban sitio todos aquellos que se nutrían de una fe monoteísta, en búsqueda de una promesa. Esta conciencia de no ser un club cerrado, sino de estar abiertos a la comunidad en su conjunto, siempre ha sido un componente no eliminable en la Iglesia. Al proceso de reducción numérica que estamos viviendo hoy, tendremos que hacerle frente también precisamente explorando nuevas formas de apertura al exterior, nuevas modalidades de participación de aquellos que están fuera de la comunidad de los creyentes. No tengo nada en contra de que personas que durante el año no han pisado la iglesia vayan a la misa la noche de Navidad, o con ocasión de otra festividad, porque también ésta es una forma de acercarse a la luz. Debe, por tanto, haber formas diversas de implicación y participación.»

P. Seewald / J. Ratzinger: «Dios y el mundo» 2002.

Iglesia y futuro II

«Será una Iglesia interiorizada, que no suspira por su mandato político y no flirtea con la izquierda ni con la derecha. Le resultará muy difícil. En efecto, el proceso de la cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños. El proceso resultará aún más difícil porque habrá que eliminar tanto la estrechez de miras sectaria como la voluntariedad envalentonada. Se puede prever que todo esto requerirá tiempo. El proceso será largo y laborioso, al igual que también fue muy largo el camino que llevó de los falsos progresismos, en vísperas de la revolución francesa –cuando también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los dogmas y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la existencia de Dios era en modo alguno segura– hasta la renovación del siglo XIX. Pero tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado. Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas. A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, que fracasó ya en Gobel, sino la Iglesia de la fe. Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte.»

Joseph Ratzinger (1970), en Fe y futuro, Salamanca 1973.

Iglesia y futuro I

 

«…de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros. Ciertamente conocerá también nuevas formas ministeriales y ordenará sacerdotes a cristianos probados que sigan ejerciendo su profesión: en muchas comunidades más pequeñas y en grupos sociales homogéneos la pastoral se ejercerá normalmente de este modo. Junto a estas formas seguirá siendo indispensable el sacerdote dedicado por entero al ejercicio del ministerio como hasta ahora. Pero en estos cambios que se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica.»

Joseph Ratzinger (1970), en Fe y futuro, Salamanca 1973.

¿Por qué la Iglesia…? Ser fuego

¿Por qué la Iglesia no es ya capaz de ganar para sí a las fuerzas más vivas del espíritu creador, sea en el campo del pensamiento sea en el del arte?, pregunta Celestino VI en una de las cartas que dirige a los sacerdotes. «¿Por qué tantas personas ardientes, tantas inteligencias animosas, tantas capaces de fe y sacrificio no van a vosotros y no entran en vuestras iglesias?» Y recomienda: «Sed fuego y todos vendrán a calentarse el corazón junto a vosotros»
Giovanni Papini (1881-1956), cartas del Papa Celestino VI

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