Dios del desierto. Dulcísimas mociones

El Dios del desierto me ha enseñado que lo que instruye es lo que acontece, solo lo que acontece, y que toda la vida, por anodina o gris que pueda resultar, es una infinita secuencia de divinas y dulcísimas mociones, a cada cual más seductora.”
Pablo D’Ors, Olvido de sí, (biografía del beato Charles de Foucauld)

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Contemplación

La contemplación es una actitud general que debe impregnar toda nuestra vida: una actitud de desprendimiento y de libertad de apertura a los demás y a los signos de la realidad, de disponibilidad, de paz, de gozo, de coraje y de fe que supera la crispación del sujeto centrado en sí mismo y fijo en la idea de que la acción depende exclusivamente de su esfuerzo»

Fernando Urbina,Comentario a Noche oscura y Subida al Monte Carmelo, PPC

Cristo vivo, Cristo muerto

De excursión con un grupo de personas con discapacidad intelectual al Monasterio de San Lorenzo del Escorial, en Madrid, delante del “Cristo de la Buena Muerte”, uno de ellos me hizo un comentario.

Comentario con el que caí en la cuenta de que hay veces que miramos sin ver y hay otras que vemos sin mirar:

“Isa, en esta cruz Jesús está aún vivo, no como en otros que ya está muerto”

Efectivamente, Jesús aún vivía.

Lo que me dijo, y la capacidad de la mirada, está siendo mi punto de reflexión en esta cuaresma. Después de esto me voy fijando en los crucifijos y en si Jesús está vivo o muerto entre nosotros.

Orar con una palabra

Crisro de Javier, el Cristo sonriente

Pasión San Mateo III

NUM. 70 ARIA (Contralto, Coro)

Solista:
Mirad, Jesús extiende su mano
Para abrazarnos.
¡Venid!

Coro:
¿Dónde?

Solista:
En los brazos de Jesús;
buscad la redención y misericordia.
¡Buscad!

Coro:
¿Dónde?

Solista:
En los brazos de Jesús.
Vivid, pereced, reposad aquí,
avecillas abandonadas,
¡Quedaos!

Coro:
¿ Dónde?

Solista:
En los brazos de Jesús.

JS Bach»

Oración y mística III: Teresa de Calcuta

Por consiguiente, cuanto más espacio demos a la oración, tanto más veremos que nuestra vida se transformará y estará animada por la fuerza concreta del amor de Dios. Así sucedió, por ejemplo, a la beata madre Teresa de Calcuta, que en la contemplación de Jesús, y precisamente también en tiempos de larga aridez, encontraba la razón última y la fuerza increíble para reconocerlo en los pobres y en los abandonados, a pesar de su frágil figura. La contemplación de Cristo en nuestra vida —como ya he dicho— no nos aleja de la realidad, sino que nos hace aún más partícipes de las vicisitudes humanas, porque el Señor, atrayéndonos hacia sí en la oración, nos permite hacernos presentes y cercanos a todos los hermanos en su amor.
Benedicto XVI, catequesis sobre la oración

TERESA DE CALCUTA

Oración y mística II: en el mundo

La unión con Dios no aleja del mundo, pero nos da la fuerza para permanecer realmente en el mundo, para hacer lo que se debe hacer en el mundo. Así pues, también en nuestra vida de oración tal vez podemos tener momentos de particular intensidad, en los que sentimos más viva la presencia del Señor, pero es importante la constancia, la fidelidad de la relación con Dios, sobre todo en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento, de aparente ausencia de Dios. Sólo si somos aferrados por el amor de Cristo, seremos capaces de afrontar cualquier adversidad, como san Pablo, convencidos de que todo lo podemos en Aquel que nos da la fuerza (cf. Flp 4, 13).
Benedicto XVI, catequesis sobre la oración

Ethiopia, 2008

Oración y mística I: San Pablo

Queridos amigos, en el siglo pasado Albert Schweitzer, teólogo protestante y premio Nobel de la paz, afirmaba que «Pablo es un místico y nada más que un místico», es decir, un hombre verdaderamente enamorado de Cristo y tan unido a él que podía decir: Cristo vive en mí. La mística de san Pablo no se funda sólo en los acontecimientos excepcionales que vivió, sino también en la relación diaria e intensa con el Señor, que siempre lo sostuvo con su gracia. La mística no lo alejó de la realidad; al contrario, le dio la fuerza para vivir cada día por Cristo y para construir la Iglesia hasta los confines del mundo de aquel tiempo.
Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración

Conversión Pablo

Oración y Espíritu III. Resultado de la oración. Oración y sufrimiento

Otra consecuencia que se verifica en nuestra vida cuando dejamos actuar en nosotros al Espíritu de Cristo es que la relación misma con Dios se hace tan profunda que no la altera ninguna realidad o situación.

Entonces comprendemos que con la oración no somos liberados de las pruebas o de los sufrimientos, sino que podemos vivirlos en unión con Cristo, con sus sufrimientos, en la perspectiva de participar también de su gloria (cf. Rm 8, 17). Muchas veces, en nuestra oración, pedimos a Dios que nos libre del mal físico y espiritual, y lo hacemos con gran confianza. Sin embargo, a menudo tenemos la impresión de que no nos escucha y entonces corremos el peligro de desalentarnos y de no perseverar. En realidad, no hay grito humano que Dios no escuche, y precisamente en la oración constante y fiel comprendemos con san Pablo que «los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará» (Rm 8, 18)

La oración no nos libra de la prueba y de los sufrimientos; la oración no nos libra del sufrimiento, pero la oración nos permite vivirlo y afrontarlo con una fuerza nueva, con la misma confianza de Jesús.

Benedicto XVI, catequesis sobre la oración

Así nacen los libros: rapiscimi.

Así nacen los libros, en el amor,  así nacen los libros que nadie lee jamás, así Dios pone el libro en ti, antes de nacer, como un puñado de barro que se transformará en luz. Preguntan todos cómo se escribe un libro. Se acerca uno a Dios y se le dice: fecunda mi mente, entra en mi corazón y llévame lejos de los demás, ráptame. Así nacen los libros, así nacen los poetas.

Domandano tutti como si fa a scrivere un libro. Si va vicino a Dio e gli si dice: fecunda la mia mente, mettiti nel mio cuore e portami via degli altri, rapiscimi
Alda Merini

Bernini, Rapto de Prosepina