El dragón

En cierta ocasión el rey de China encargó a un famoso artista que le dibujara un dragón. El artista contestó que para eso necesitaba cinco años. Cumplido el plazo, el rey reclamó su dibujo, mas el artista ni siquiera lo había comenzado. «Necesito que me concedas otros cinco años más», le rogó. Y el rey, a regañadientes, se los concedió. Pasados los cinco años, el rey reclamó lo suyo. El artista entonces tomó una pluma y en un instante, de un solo trazo, dibujó al dragón. Era el dragón  más bello que jamás se haya visto sobre la faz de la tierra»

¡Sálvame!

¡Sálvame!… Quiero la Luz
¡Sálvame!… Quiero ver la luz… ¡Sálvame!
Te he llamado para que me salves.
Y te he llamado a ti…
no a la hermosa doncella vestida de blanco con una ramita de laurel para el bonete del juglar.
Te he llamado a ti… a ti… viejo sayón inmisericorde.
Y te he llamado para que luego de oírme
registres esta cueva,
abras las ventanas,
derribes las puertas,
barras las tinieblas,
quemes mis entrañas
y dejes entrar de nuevo en esta casa subterránea en este cuerpo funeral…
la Alegría y la Belleza resurrectas,
como un río de luz sin presas y sin frenos.

León Felipe

Bendición peregrinos

Oh Dios, que sacaste a tu siervo Abrahán de la ciudad de Ur de los caldeos, guardándolo en todas sus peregrinaciones, y que fuiste el guía del pueblo hebreo a través del desierto:

te pedimos que te dignes guardar a estos siervos tuyos que, por amor de tu nombre, peregrinan a Compostela. Sé para ellos compañero en la marcha, guía en las encrucijadas, aliento en el cansancio, defensa en los peligros, albergue en el camino, sombra en el calor, luz en la oscuridad, consuelo en sus desalientos y firmeza en sus propósitos para que, por tu guía, lleguen incólumes al término de su camino y, enriquecidos de gracias y virtudes, vuelvan ilesos a sus casas, llenos de saludable y perenne alegría. Por Jesucristo, nuestro Señor

Mística de ojos abiertos

los cristianos deben ser místicos, pero no exclusivamente en el sentido de una experiencia individual espiritual, sino en el de una experiencia de solidaridad espiritual. Han de ser “místicos de ojos abiertos”. […] Son ojos bien abiertos […] los que nos hacen volver a sufrir por el dolor de los demás: los que nos instan a sublevarnos contra el sinsentido del dolor inocente e injusto; los que suscitan en nosotros hambre y sed de justicia, de una justicia para todos.»

J.B.Metz