Disperso

Estando mi espíritu disperso y desgarrado con tan diversas preocupaciones, ¿cómo voy a poder reconcentrarme para dedicarme por entero a la predicación y al ministerio de la palabra? Además, muchas veces, obligado por las circunstancias, tengo que tratar con las personas del mundo, lo que hace que alguna vez se relaje la disciplina impuesta a mi lengua. Porque, si mantengo en esta materia una disciplina rigurosa, sé que ello me aparta de los más débiles, y así nunca podré atraerlos adonde yo quiero. Y esto hace que, con frecuencia, escuche pacientemente sus palabras, aunque sean ociosas. Pero, como yo también soy débil, poco a poco me voy sintiendo atraído por aquellas palabras ociosas, y empiezo a hablar con gusto de aquello que había empezado a escuchar con paciencia, y resulta que me encuentro a gusto postrado allí mismo donde antes sentía repugnancia de caer.

¿Qué soy yo, por tanto, o qué clase de atalaya soy, que no estoy situado, por mis obras, en lo alto de la montaña, sino que estoy postrado aún en la llanura de mi debilidad? Pero el Creador y Redentor del género humano es bastante poderoso para darme a mí, indigno, la necesaria altura de vida y eficacia de palabra, ya que por su amor, cuando hablo de él, ni a mí mismo me perdono.

San Gregorio Magno

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Sin voz

Dedicada toda su vida a transmitir la Palabra, Dolores Aleixandre padece desde hace años una afonía crónica que le impide hablar con normalidad. Nos cuenta su experiencia:

Hablarlo con dos amigos del alma me ha ayudado mucho: uno de ellos, muy averiado físicamente, me dijo que a él le daba fuerza esta convicción: “Tal como estoy, soy enviado”. Así quiero saberme también yo: faltaría más que para querer a la gente y prestar servicio en lo que pueda, fuera imprescindible la elocuencia. El otro me dijo: -“Trata de vivirlo como algo que te vuelve más pobre”. Es verdad: la voz te concede “presencia” y carecer de ella te sitúa como por debajo, en una situación de no-poder; pero ahí te esperan otras compañías y aprendes a respirar el Evangelio de otra manera.

Y en eso estamos todos: disfónicos y afónicos, tenores y sopranos, locutores y cartujos, ruiseñores y peces, Luciano Pavarotti y Harpo, el mudito de los hermanos Marx.

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La tumba de las luciérnagas

Bella, sutil, profunda. Una de las joyas del cine de animación. Con La lista de Schlinder y El pianista forma una trilogía de películas que muestran la devastación de la guerra.

Todo lo puede el amor. Incluso contarnos una historia de fraternidad más allá de la muerte.»El 21 de septiembre de 1945 yo morí», nos dice el protagonista al inicio del film.

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Vivian Maier

al final de su vida, con la mente más revuelta que lo que la había tenido jamás, se sentaba en un banco de Roger Beach y dejaba pasar el tiempo. Contemplaba en silencio. A solas con el misterio. Nada.

Tenemos que dejar sitio a los demás. Esto es una rueda, te subes y llegas al final, alguien más tiene tu misma oportunidad y ocupa tu lugar, hasta el final, una vez más, siempre igual. Nada nuevo bajo el sol.

Había trabajado muchos años como niñera en New York y Chicago. Mientras paseaba con sus pupilos hacía fotografías.  Más de cien mil. Nadie supo de su trabajo hasta su muerte. Hoy está considerada como una de las grandes fotógrafas del siglo XX: Vivian Maier, NY 1926- Chicago 2009.

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los ojos del hermano eterno III

los-ojos-del-hermano-eterno-y-miedo-stefan-zweig-9587-MLM20018274405_122013-Fel que domina esclaviza a los otros, pero sobre todo a su propia alma. El que quiere vivir sin culpa no pude tener parte en una casa ni en el destino de los demás, no se puede alimentar del esfuerzo ajeno, ni beber del sudor de los otros, no puede depender del placer de la mujer ni de la exigencia de la saciedad: sólo aquel que vive en soledad vive con su Dios, solo el que experimenta a Dios y solo el pobre de solemnidad lo posee por completo.

 

Los ojos del hermano eterno II

Desde la mañana hasta la noche, leía los libros de la sabiduría y se entrenaba en las artes del recogimiento, que son el silencio de la contemplación, el abandono lleno de amor en el espíritu, el hacer bien a los pobres y la oración con sacrificio. Y su espíritu se tornó más alegre, su manera de hablar se había suavizado aun cuando se dirigía al más humilde de los siervos, y sus allegados lo amaban más que nunca. Era un amparo para los pobres y un consuelo para los desdichados.

Stefan Zweig

loa ojos del hermano eterno

 

Los ojos del hermano eterno I

Con el paso de las horas, le parecía hundirse cada vez más en la oscuridad, en la roca y en la negra raíz de la tierra, y, sin embargo, se sabía portador de un germen nuevo, tal vez un gusano que escarba en la tierra, o en una planta que pugna por salir al exterior empujando con su tallo, o tan solo una roca que reposa, fresca, en la bendita insconsciencia de la existencia.

Stefan Zweig

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