La gran derrota… hasta la Victoria Final

Hoy he leído esta noticia en el País:

«La renuncia de Benedicto XVI sobrevuela sobre un Pontificado definido por una batalla (perdida) contra el mundo moderno»

Inevitablemente han venido a mi mente las palabras de Tolkien que ya copié hace un tiempo:

“Soy, en efecto, cristiano, de modo que no espero que la historia sea otra cosa que una larga derrota, aunque contenga (y en una leyenda puede contener más clara y conmovedoramente) algunas muestras o atisbos de la Victoria final” (Tolkien-Cartas)

 

Es verdad. Por una vez estoy de acuerdo con lo que dice este periódico sobre el Papa. Pero ellos han perdido la perspectiva.

Jesús pobre

Me ocurre en ocasiones que creo que finalmente he logrado forjarme una opinión sólida. Y, cuando considero que ya tengo un criterio firme y claro, aparecen de algún sitio esas palabras que, de nuevo, me obligan a revisar lo que pienso, a ponerme en pie y a seguir caminando.

Hoy un profesor nos ha leído estas «famosas» (era la primera vez que las escuchaba) palabras de San Juan Crisóstomo. Son del siglo IV-V. De la homilía 50 sobre el evangelio de Mateo.

De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua? Y ¿de qué serviría recubrir el altar con lienzos bordados de oro cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez? ¿Qué ganas con ello? Dime si no: si ves a un hambriento falto del alimento indispensable y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a contemplar una mesa adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias de ello? ¿No se indignará más bien contigo? O, si viéndolo vestido de andrajos y muerto de frío, sin acordarte de su desnudez, levantas en su honor monumentos de oro, afirmando que con esto pretendes honrarlo, ¿no pensará él que quieres burlarte de su indigencia con la más sarcástica de tus ironías?

Piensa, pues, que es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas errante, peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el pavimento, las paredes y las columnas del templo.

 

Pero bueno, nadie se lleve a engaño. San Juan Crisóstomo fue un grande, pero incluso él metió la pata. Sin ir más lejos podemos leer sus discursos contra los judíos…

Siempre revisando lo que creemos, siempre en camino…

1247863166291_f

Belleza interior. Sabiduría. Oración de Sócrates

Platón refiere una oración de su maestro, Sócrates, considerado con razón uno de los fundadores del pensamiento occidental. Sócrates rezaba así:
«Haz que yo sea bello por dentro; que yo considere rico a quien es sabio y que sólo posea el dinero que puede tomar y llevar el sabio. No pido más»

autosecularización

«… sin darse cuenta, se ha caído en la autosecularización de muchas comunidades eclesiales; estas, esperando agradar a los que no venían, han visto cómo se marchaban, defraudados y desilusionados, muchos de los que estaban: nuestros contemporáneos, cuando se encuentran con nosotros, quieren ver lo que no ven en ninguna otra parte, o sea, la alegría y la esperanza que brotan del hecho de estar con el Señor resucitado»

(Benedicto XVI, Discurso a los obispos de Brasil, 2009).

Por la fe (V): todos nosostros

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.

También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.

Benedicto XVI, Porta Fidei

Por la fe. Jesucristo.

Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.
Benedicto XVI, Porta Fidei.

La Iglesia Santa

Los partidos y las contiendas han dividido la túnica del Señor, han fraccionado a la Iglesia en muchas iglesias (…) Por eso hoy la Iglesia es para muchos el mayor obstáculo para creer. Porque sólo se ve en ella la lucha por el poder humano, la mezquina comedia de quienes con sus afirmaciones quieren administrar el cristianismo oficial y paralizar el verdadero espíritu del cristianismo. (…)

Estos argumentos no sólo vienen de la razón sino de un corazón lleno de amargura, cuyas expectativas han sido defraudada y que ahora, enfermo y herido en su amor, ve cómo se desmorona su esperanza.

¿Qué podemos decir a todo esto? En definitiva, sólo podemos confesar por qué podemos seguir amando en la fe a esa Iglesia, por qué nos atrevemos a seguir viendo el rostro de la Iglesia Santa en la faz de la Iglesia deformada…

Y es que «santo» no se refiere a la santidad de las personas, sino al don divino que regala la santidad en medio de la maldad humana…

 

Joseph Ratzinger. Introducción al Cristianismo.

 

Dignidad

Cuando vemos vidas tiradas a la basura, en los portales de nuestras calles, en los basureros de las esquinas, en el vacío de las drogas y la prostitución, la soledad de los casinos, de gentes que no saben tomar decisiones para su bien, a veces el dolor por estos sufrimientos nos lleva a pensar que quizás deberíamos de tomar nosotros las decisiones por ellos

Respetar la dignidad de la persona es afirmar que se el hombre es libre de equivocarse, incluso hasta el límite de perderse en los infiernos de este mundo. Misericordia para perdonar y amor para enseñar otras salidas, pero sin olvidar que la dignidad de la persona pasa por ser responsable de su vida

Ojalá sepamos reconocer nuestras tentaciones de solucionarle la vida a los demás, nuestros miedos al fracaso, a las malas decisiones nuestras y de los demás. Te pedimos señor más misericordia y más amor para respetar la dignidad de las personas y ofrecer salidas a caminos de luz y esperanza