¿Quién es Jorge Mario Bergoglio?

“Ese dedo de Jesús, apuntando así… a Mateo. Así estoy yo. Así me siento. Como Mateo”. Y en este momento el Papa se decide, como si hubiese captado la imagen de sí mismo que andaba buscando: “Me impresiona el gesto de Mateo. Se aferra a su dinero, como diciendo: ‘¡No, no a mí! No, ¡este dinero  es mío!’. Esto es lo que yo soy: un pecador al que el Señor ha dirigido su mirada… Y esto es lo que dije cuando me preguntaron si aceptaba la elección de Pontífice”. Y murmura: “Peccator sum, sed super misericordia et infinita patientia Domini nostri Jesu Christi confisus et in spiritu penitentiae accepto”.

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Silencio II

No podemos encontrar a Dios en medio del ruido, la agitación.

Fijémonos en la naturaleza: los árboles, las flores, la hierba de los campos, crecen en silencio; las estrellas, la luna, el sol, se mueven en silencio. Lo esencial no es lo que podamos decir a Dios, sino lo que Él nos dice, y lo que dice a los demás a través de nosotros.

En el silencio Él nos escucha; en el silencio, habla a nuestras almas.

En el silencio nos concede el privilegio de oír su voz:

Silencio de nuestros ojos.
Silencio de nuestros oídos.
Silencio de nuestras bocas.
Silencio de nuestros espíritus.

En el silencio del corazón, Dios hablará».

Beata Teresa de Calculta

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Silencio

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Los contemplativos de todos los tiempos y de todas las religiones han buscado siempre a Dios, la soledad de los desiertos, de los bosques, de los montes. Jesús mismo vivió cuarenta días en perfecta soledad, pasando laras horas hablando de corazón en a corazón con el Padre, en el silencio de la noche.
También nosotros estamos llamados a retirarnos, de manera intermitente, en un profundo silencio, en la soledad con Dios. Estar a solas con él, no con nuestros libros, con nuestros pensamientos, nuestros recuerdos, sinmo en una perfecta desnudez interior: permanecer en su presencia, de forma silenciosa, vacíos, inmóviles, en actitud de espera»

Beata Teresa de Calcuta

Simplicidad. Noche con el amado

El hombre se realiza sólo en la simplicidad. Tantas más cosas poseamos y tantas más experiencias acumulemos, más difícil y tortuosa será nuestra realización. Por eso, tras emprender un viaje o leer un libro, pero también antes, deberíamos orar y ayunar. Tras una conversación y antes, tras la acometida de un trabajo –pero también antes–, tras una noche con el ser amado –y antes– se debería orar y ayunar. Tanto más se debería orar y ayunar cuanto más importante sea para nosotros lo que hayamos proyectado realizar a continuación»

Pablo D’Ors, El olvido de sí
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