Desconocidos desiertos

(el alma) ha de elevarse desprendiéndose de todas las criaturas, de sí misma y de todo gozo, y ha de partir a los  desconocidos desiertos de la divinidad. Y, devenida ella misma desierto, debe perder su propia imagen, y el desierto divino ha de guiarla desde sí misma a él mismo (al desierto divino) donde pierde su propio nombre y ya no es ella misma, sino Dios…Tan pronto ha seguido el alma a Dios hasta el desierto de la divinidad, nuestro Señor Jesucristo la sigue al desierto del poder por voluntad propia y es idéntico a él»

Maestro Eckhart.

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