Si le abres a Dios tu corazón y tu vida
recibirás un fuego que calienta e ilumina;
aunque es un fuego que también quema.
Y por eso puede dar miedo.
Pero el fuego de Dios no destruye
más que lo que está mal,
estropeado, roto y podrido
dentro de nosotros.
¡Es un fuego bueno!¡Qué arda y nos purifique!