El alma que anda en amor…

Así dice San Juan de la Cruz, que el alma que anda en amor ni cansa ni se cansa. 

 Me diagnostico a mí misma decaimiento en el amor cuando al puro cansancio normal de una jornada llena de idas y venidas le sumo la queja. Cuando se actúa desde el amor, cuando cada paso dado hunde sus raíces en el Amor, parece que a la vida le nacen alas y nada cansa tanto como para proferir queja alguna.

 Cuando, en cambio, en el corazón dejo que crezcan las malas hierbas de la inseguridad, de la falta de generosidad, de la no-empatía, del juicio… Entonces ¡hay qué ver cómo fluye la queja! Siempre hay más de una razón para quejarse, ya lo dice el refrán: Nunca llueve a gusto de todos.

 Es cuestión de Amor. El alma que anda en amor… y ¿qué es esto de «andar en amor»? Dejando de lado el amor blandengue de las películas y culebrones, el amor al que nos invita el místico es Dios mismo, Aquel que es Fuente de toda Vida. En el origen y en el final de la existencia se sitúa el Amor: creados por amor hacia el Amor nos dirigimos. Es el Amor quien nos mantiene vivos eternamente, es el Amor el soporte de toda existencia.

 Se trata del Amor paciente, servicial, sin envidia, ni engreído. Se trata del Amor que espera siempre y aguanta siempre, del Amor que no pasa nunca. Es este Amor el que está a la base de todo y es, únicamente EXPERIENCIA. Por más que teoricemos sobre el Amor, esas teorías son puras entelequias. El Gran Amor se nos da, nos desborda, nos toma por sorpresa y haciéndolo, nos aquieta, nos sana internamente, nos da la mirada del amor, de nuevo San Juan de la Cruz: el mirar de Dios es amar. Quien es amado mira la vida con amor, quien ama vaciándose es llenado y remecido por el Amor

Elena Andrés

roblelacasa 050

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